Milicia: la ley obliga.
¿Qué le hace suponer a los
poderes civiles que los militares se mantendrán indefinidamente leales, poniendo
la cara y el pellejo en una guerra contra la inseguridad interna que no
solamente consideran ajena, sino que ya les resulta evidente que funciona como barril
sin fondo?
La inseguridad pública está
directamente vinculada a la fortaleza del crimen organizado, que a la vez
deriva de un sistema judicial laxo, del contubernio y de la impunidad política.
No pasa nada con los bandoleros que cargan la metralla, como tampoco pasa nada
con los de cuello blanco que mueven las manivelas del sistema bancario ni con
los que manejan como propias las arcas del presupuesto público. Los vasos
comunicantes están muy intrincados.
La fuerza pública regular no da
el ancho para el tamaño del desafío. Los militares se tienen que hacer cargo de
la parte violenta del problema y ya dijeron que no les gusta. No es lo suyo. Puede
ser que solamente se estén curando en salud pero, en ese caso, su molestia
abierta no anuncia nada bueno.
Se mantendrán ahí aunque no les
toque, revira el Presidente Peña, porque no hay nadie más que pueda hacerlo.
Por necesidad no regresarán pronto a los cuarteles, ratifica el coordinador de
los diputados federales priístas, César Camacho, debido a la situación de
violencia que vive el país. Para eso se está preparando la Ley de Seguridad Interna
que los ponga en regla para seguir patrullando las calles.
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