Una agenda común: la ruptura

Frente a tanta complejidad sería útil pactar una AGENDA COMÚN para el CAMBIO
No es extraño que suceda y aún así transmite un cierto grado de agobio la decepción expresada por algunas voces con impacto público que en su momento pusieron en alto la apuesta por el cambio de gobierno en el estado. Dejan ver una ilusión insatisfecha porque su expectativa para que se hicieran cortes drásticos e inmediatos en las transformaciones era muy grande. Parecen decir: el cambio es ya y ahora o no será. 


Afortunadamente, en México ya paso suficiente agua bajo el puente. Con la experiencia de haber visto las dificultades que implica el arranque de 'gobiernos del cambio' que han heredado condiciones políticas, económicas, administrativas y hasta anímicas de desastre, me parece que en este caso el desencanto es prematuro. Para balancear las posibilidades reales que el cambio tiene en Quintana Roo hay que poner las cosas en su contexto. O dicho de otra manera, -sin justificar absolutamente nada-, no se le pueden pedir peras al olmo. Son varias ramas del árbol de las que debemos colgarnos para observar el panorama.

La necesidad del cambio se incubó en el impresentable ejercicio de gobierno de Roberto Borge hasta colocarse en un punto de muerte anunciable. Lo hizo posible Carlos Joaquín sumando a su favor todas las causas del descontento pero, con ello, poniendo sobre su espalda la amplísima gama de expectativas e intereses que buscarán realizarse en las nuevas circunstancias, algunos de las cuales pueden ser contradictorios entre sí.  De por sí, esto sucede cuando la opción de cambio se presenta por un solo partido, con un liderazgo histórico opositor y con un proyecto de gobierno definido y contrastado con el que se sustituye; se comprenderá la complejidad en este caso en que los participantes fueron múltiples y los temas, asuntos, causas y demandas por satisfacer son un caleidoscopio que no deja de moverse. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sobre el dinosaurio camaleón

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

No hubo “corcholatas”