El mundo se hace viejo
Es año nuevo y, como suele
suceder, un buen momento tratar de identificar las perspectivas a las que nos
enfrentamos. Se dice que “la demografía explica dos terceras partes de
cualquier cosa” y por ahí quisiera empezar. Entre tantos acontecimientos
internacionales novedosos hay uno al que desde el principio de siglo se le ha
llamado “la revolución silenciosa”, de la que poco se habla pero que habrá de
tener efectos determinantes no sólo en términos estadísticos sino también económicos,
sociales, culturales, psicológicos y espirituales: la población del mundo se
está haciendo predominantemente vieja.
El fenómeno empezó a manifestarse
como tendencia de los países desarrollados desde mediados del siglo pasado,
pero ahora se ha marcado y extendido con un ritmo acelerado principalmente en
los países llamados en vías de desarrollo. Para América Latina y el Caribe se espera un envejecimiento que habrá de llevar a que hacia el año 2050 la
población mayor de 60 años sea superior al de los otros grupos poblacionales
(0-19, 20-39, 40-59).
La combinación de la disminución
de los niveles de fecundidad con el incremento de las esperanzas de vida están
en la base explicativa del proceso, aunque principalmente el segundo, debido a
mejoras en las condiciones de salud, saneamiento, alimentación y desarrollo
tecnológico. Simultáneamente se presenta la preocupación de que ello suceda en
un momento en que nuestros países, contradictoriamente, no logran erradicar la
pobreza y no cuentan con un desarrollo institucional suficiente sobre en
materia de protección social.
Esta mutación demográfica también conocida como la “revolución de la longevidad” es un desafío del cual nuestro país no es ajeno. Obligará a una readecuación de la infraestructura de los servicios sociales y una reingeniería de las funciones públicas, además de un necesario cambio cultural que lleve a sociedades sin exclusiones, a "sociedades para todas las edades". Vayámonos preparando.
Esta mutación demográfica también conocida como la “revolución de la longevidad” es un desafío del cual nuestro país no es ajeno. Obligará a una readecuación de la infraestructura de los servicios sociales y una reingeniería de las funciones públicas, además de un necesario cambio cultural que lleve a sociedades sin exclusiones, a "sociedades para todas las edades". Vayámonos preparando.
Datos de la CEPAL
Quintana Roo (INEGI 2015)
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