Haz a México Grande otra vez


Para los anglófilos que tanto gustan de llenarse la boca con estatus prestado: Make México Great Again.  En un mundo global podría sonar ridículo pero son los norteamericanos, una vez más, los que marcan la moda en este lado del planeta. Moda que en cada lugar puede tener sus autóctonas adaptaciones.  Si ellos quieren encerrarse tras un muro y renovar su nacionalismo, pues que lo hagan, pero no a costa del nuestro. Es hora de poner a México a la altura de los ojos del mundo como el vecino digno que tiene identidad y valor propios.

Vamos rescatando lecciones del pasado. En México hubo una vez un Presidente que llamó a los ciudadanos a defender la dignidad ciudadana, la soberanía nacional y la riqueza natural de todos frente a los abusos y desprecios de los imperios capitales. El poder económico e histórico de la expropiación petrolera en 1938 no consistió únicamente en el arrojo del estadista Lázaro Cárdenas para confrontar a las grandes empresas sino en la confianza que depositó en un pueblo que salió a la calle a respaldar la medida, soportó las presiones y las carencias inmediatas, puso en juego toda su creatividad laboral y agregó los recursos extras para mantener funcionando la precaria economía.

Los dueños británicos y norteamericanos de las compañías petroleras expropiadas afirmaron con soberbia sobrada que se tomarían cada gota de gasolina que los mexicanos fueran capaces de producir por sí mismos. Lo que se tragaron fueron sus palabras. Más pronto que tarde los científicos e ingenieros mexicanos se las ingeniaron para controlar el peligroso proceso de producción del Tetraetilo de Plomo, hoy en desuso por su condición contaminante pero en ese entonces indispensable para conseguir el octanaje de las gasolinas. Detrás de la industria nacional del combustible (que hoy se trae del extranjero) hay una silenciosa y apasionante historia de orgullo que no puede pasar al olvido por causa de unos miserables administradores (que se creen gobernantes) extraviados en satisfacer sus intereses particulares por encima del bienestar general.

Dicho en términos de hoy: toda la sinergia del país se puso al servicio de una causa común. A partir de entonces se consolidó el Estado nacional que dio estabilidad a una sociedad creciente. Cosa difícil de ver en estos tiempos, pero no imposible.

Posible en su momento hasta que llegaron los presidentes neoliberales, colgados de las nuevas  élites económicas ansiosas de rapiña, desgarrando la propiedad pública para hacerse de ella. Inició entonces la feria de las privatizaciones que hicieron de Carlos Slim ¡por cierto! el potentado que es. Cosas que se ven.

Dignidad y valorización nacionales no significa aislamiento. No será a punta de exclusivas “nacionalizaciones” y consumir sólo lo “hecho en México” como se enfrente ésta circunstancia. En la frontera norte el representante de los gringos quiere poner una muralla. Si ellos quieren aislarse que lo hagan. Pesa y duele económicamente pero no mata. Tenemos sur, este y oeste.

El mundo no deja de ser global a pesar del enfado ciudadano con el liberalismo y la globalización económica, entendidos como concentración de la riqueza e incremento de la desigualdad. Abrirnos más al resto del mundo, que es mucho más mundo, puede ser un camino de mayor esfuerzo que solo cruzar “la línea” al país más consumista del globo, pero hoy es inmensamente factible, más que en otro momento de la historia.

Pero para eso hay que acabar con las improvisaciones y con el consumismo electoral y mediático de inútiles administradores de imagen. A esta hora de México los mequetrefes inventados por las televisoras y los medios electrónicos salen sobrando. Estorban. Son una amenaza. Dañan.

Tampoco se necesita un magnate que “no robe”. Ya lo hizo. Se comió completa, junto con sus mentores y patrocinadores, la empresa pública de la industria más prometedora y pujante del momento: las telecomunicaciones. Vieron venir el futuro tecnológico y se lo arrebataron impunemente a la nación. Se lo echaron a la bolsa. ¿Con qué cara, con qué autoridad moral nos vendrían “a salvar”? Proponer a Carlos Slim para Presidente es una estupidez propia de la inútil y pasiva “beligerancia” en las redes sociales. Puro calentar circuitos. Puro aplastar sillas. Necesitamos salvarnos de ellos mismos. Darle vuelta a la historia que nos impusieron. Ponerla de cabeza para poder pararnos, levantarnos.

Se necesitan liderazgos que no roben, claro, pero que también conduzcan las voluntades del país con altura de estadistas. Que identifiquen los riesgos, los asuman y aprovechen las oportunidades. Conducción que va a tener a su lado, indudablemente, la colaboración ciudadana que está ávida de hacer su parte.

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