Los Baby Boomers siguen presentes.
A lo largo de la semana he
referido la importancia del fenómeno de envejecimiento poblacional en el mundo
y en nuestro país. Si lo enfocamos desde el punto de vista de los grupos
generacionales, nos daremos cuenta que la generación llamada de los Baby
Boomers (nacidos entre 1945 y 1964) siguen haciendo de las suyas.
Marcaron la juvenil ruptura
cultural de las libertades modernas en Occidente y ahora forman parte de la
modificación de la tendencia poblacional, en una especie de continuidad rebelde,
tal vez involuntaria.
No se han ido; siempre han
estado ahí (hemos, asumiendo la correspondiente identificación generacional).
Rebeldía discreta que no acaba por manifestarse con todo su peso porque nuestra
cultura colectiva manda al rincón a los viejos, a la tercera edad o a los
adultos mayores; como prefiera decirse. Los empuja a la dispersión individual y
al aislamiento. Al ostracismo.
Sin embargo, es muy probable
que poco a poco su presencia se vaya haciendo manifiesta como tema de mayor
interés público, de atención social y, seguramente, gubernamental. Las
políticas públicas habrán de adecuarse a una circunstancia que tiene como
primer reto hacerse visible. Puedo asegurar que los Baby Boomers harán de su
última etapa de la vida un paseo diferente, transgresor del tratamiento que se
le ha dado hasta ahora a la llamada tercera edad.
Porque si observamos la
composición y enfoque de las instituciones gubernamentales dedicadas al tema
veremos que la entrada y la vivencia de la vejez se asumen y atienden
básicamente como si fuera una enfermedad. En el mejor de los casos, la
capacidad activa y creativa que se pueda tener durante varios años antes del
deterioro fisiológico inevitable se subsume (y se auto adopta por las personas)
como un problema de sostenimiento asistencial. Cosas nuevas veremos.
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