La vejez llega tocando puertas sin frontera

Pongámoslo así:

Hace 50 años (acudiendo a la memoria) poblábamos el planeta poco más de tres mil millones de terrícolas. Para estas fechas se han rebasado los siete mil millones y contando. 

Sólo en México la población se incrementa a la razón de un millón de personas por año. Mientras más ando por las calles menos conozco a la gente con la que me cruzo. Al principio, percibir el fenómeno de la masificación me hacía sentir como un extraño en tierra propia. Ahora ya no me extraña ni me importa. Uno se adapta a la insensibilidad de la fisonomía; a deambular en un mundo de desconocidos.

Aumentamos en número y a la vez se incrementa la posibilidad tecnológica de saber lo que hacen o les sucede a otros muchos, a los demás, en latitudes tan distantes como insospechadas. Eso hace que se amplifique la percepción colectiva sobre los males del mundo y los hechos indeseables de los humanos. Los muertos de hambre, por ejemplo. África y su hambruna duelen. Los desplazados y desaparecidos en su intento por migrar. Se nos ofrece al saber cualquier cantidad de cosas que son contadas en público y para el público. Sucesos que bien merecen una mueca de descontento o un halo de compasión.

Simultáneamente el mundo muestra su cara contraria; sus contradicciones paralelas: se va incrementando de manera notable la expectativa de vida. Con todas las disparidades de los privilegios y las exclusiones, ronda en los 80 años de edad. Le va mejor a las mujeres.

Compartimos un planeta muy poblado que se consume a sí mismo -en lo que se describe como una enfermiza inercia de autodestrucción- y, a la vez, un avanza en la extensión de los servicios públicos, las medidas sanitarias y la contención de enfermedades, epidemias y pandemias que nos permiten, en promedio, la posibilidad de vivir más tiempo. 

El resultado neto: la población del planeta Tierra envejece de manera que empieza a ser notable, notada y difundida.

Tan es así, que se ha puesto de moda la vejez. El comercio, el mercado y la publicidad tienen un olfato muy entrenado y la proyectan. Cada vez más se pondrá de moda estar viejo.

Sobre este incontenible proceso desigual de envejecimiento se está construyendo un nuevo discurso que irá dando pie a nuevos paradigmas sociales., económicos, políticos, culturales y éticos.

Los más atrevidos tratan de proyectar hacia la mitad del nuevo siglo, pero los vuelcos pueden ser incalculables por repentinos, dados los avances de la medicina y en general de la ciencia y la tecnología.

Como siempre (o más bien como nunca antes) es una apuesta de cálculo con muy alto margen de error. Pero el reto tienta. Desafía. Sobre todo para quienes hemos entrado en la ola de haber cumplido los sesenta.

En todo caso nos queda por apostar para ver en el tiempo lo más lejos posible por los cambios (y más cambios) que se vienen. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sobre el dinosaurio camaleón

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

No hubo “corcholatas”