Ni aunque Lupe te llames, puta.

foto Shums
Qué raro que me llame Guadalupe es el resultado de un meticuloso trabajo de periodismo investigativo convertido en novela con carácter. No cabe duda. Al mejor estilo de la evolución de aquellos periodistas norteamericanos conocidos, a principios del siglo pasado, como muckrakers (removedores de estiércol) que ponían en evidencia las miserias de un sistema de poder voraz, mafioso y corrupto. Caso emblemático entonces el de Upton Sinclair por ejemplo, o el del italiano Roberto Saviano con su Gomorra más recientemente. 

De la nota-reportaje en entregas varias, con nombres y apellidos, al texto fabulado de la novela el camino es menos sinuoso en su carga de riesgos: "no quiero que me maten" soltó de repente, con mueca congelada, Myriam Laurini en la presentación del libro. Tenemos los mexicanos demasiados casos frescos en el calendario y en mente como para no entender lo que está diciendo y sintiendo.

La novela es contundente. Lacerante. Una especie de crónica, en dos tiempos, desde las entrañas del infierno pero sin monstruos imaginarios. Un catálogo en breve de la doble moral de una sociedad que subyace sus peores calamidades con una sonrisa cómplice, guardándolas celosamente bajo el tapete. Cualquier cosa que pueda decir sobre la historia narrada serían circulaciones en torno a cosas ya mencionadas. Véase esta buena reseña publicada en Tercera Vía.

Publicado en México por la novel (la editorial, no quienes la manufacturan) Resistencia, inaugurando su Colección Parabellum, me encuentro con que la novela ya había sido publicada en el paquete de los primeros 11 títulos de la malogrado editorial Etiqueta Negra en 2014. Una serie de temas noir que, habiendo yo llegado tarde al conocimiento de que existía, ahora me resulta una bronca conseguir. Nombres como el de Rolo Diez, Roberto Bardini y la propia autora hacen que la historia truculenta de un esfuerzo editorial mal tratado y usurpado por los mercaderes de la letra escrita, sea digna de revisar. Googleando Etiqueta Negra se enteran. 

Confieso que cuando me di cuenta que varios de esos títulos noir estaban reeditados en esta nueva colección decidí comprarlos -como vinieran- para apoyar el esfuerzo editorial. Resultó ser esta novela en cuestión y Matamujeres de Rolo Diez. Buena adquisición. Luego caí en cuenta que meses atrás había comprado y leído, -vuelto a comprar y regalado-, algo de Resistencia y sin ningún fin solidario: la extraordinaria novela de Bardini, Un gato en el Caribe. Me sentí triplemente satisfecho.

De Myriam Laurini no había leído nada hasta ahora, a pesar de que su resumen curricular dice cosas muy interesantes: 
Imagen tomada a la p.144 de la novela "Qué raro que me llame Guadalupe"
Calidad obliga. Por lo que ahí se dice y por lo leído en la novela, le estaré dando seguimiento.

María Teresa Juárez, Myriam Laurini y Rogelio Flores /@FCEBellaEpoca
En la presentación de Que raro que me llame Guadalupe, que se llevó a cabo en el FCE a propósito de la Feria de Novela Negra y Policiaca, Laurini enfatizó en varias ocasiones algo así como "léanlo, algo les va a mover, se los aseguro". Lo tome con la discreción que supone a un autor promoviendo su trabajo. Su sobrada seguridad estaba justificada, da vueltas la cabeza y se mueve el piso El tema de la prostitución fue, obvio, materia de esa charla ya que es el eje de la obra.

Se sintió tan intensa la transmisión de su vivencia adentrándose en ese mundo sórdido de las zonas marginales de la Ciudad de México (especialmente en el entorno del muy sabido pero no necesariamente bien conocido Mercado de La Merced) que no fue de extrañar su postura prohibicionista, un tanto ambigua pero tajante, con relación a la prostitución: respeto la decisión personal, de cada quien, de hacer con su cuerpo lo que le venga en gana pero el negocio de la prostitución debe ser combatido con toda firmeza. Se refería, cabe suponer, a la trata, el lenocinio, el abuso y maltrato que sufren principalmente las mujeres (en muchos casos desde muy niñas), fenómeno que narra, describe y denuncia la novela en toda su crudeza. No deja margen a la posibilidad de que ese negocio sea individual, independiente y totalmente consentido. 

Su compañera de charla, la también periodista María Teresa Juarez, matizó la perspectiva sin entrar en polémica: el debate está abierto, dijo, y cada vez es más intenso. Tiene razón. Hay submundos diversos en el ejercicio de la prostitución que usualmente, por razones morales, legales o simplemente irracionales, no alcanzan a diferenciarse: el forzado y el voluntario, por simplificar. No por atajar y eliminar al primero se debe criminalizar al segundo. Tal como la relación entre el trabajo esclavo, por un lado, y el contratado libre en el mercado de trabajo, por el otro. 

He seguido con amplitud e interés los alegatos realizados por algunas prostitutas en defensa de la regulación y protección de su labor libre, independiente, voluntaria y consentida, como cualquier otra. Entre varias, la presentación pública más elaborada, extensa y consistente la encuentro en Natalia Ferrari quien me tiene totalmente convencido de sus argumentos. Hay que ver su columna mensual en el portal Broadly, Pregúntale a una puta, sus diferentes artículos en blogs y entrevistas en medios diversos. Lo escribe desde España; ejerce su puta libertad en Barcelona.

Myriam y Natalia son de origen argentino. Cosas de la vida. Si entiendo el argumento de la primera, es impensable esa abierta posibilidad de putear sin el riego de perder la vida en nuestras tierras. Nos cuenta haber conocido en su investigación a prostitutas que no volvió a ver por haber sido ejecutadas en su intento de trabajar por su cuenta. En la novela, la única que pudo evadirse del control malandro tuvo que escapar del país. 
Natalia Ferrari / foto tomada de su portal con edición propia.
El debate es tenso e intenso porque la realidad lo es. Me parece que ambas tienen razón: la trata no debe tener tregua y debe ser combatida con toda la fuerza. Como la esclavitud, el trabajo infantil y todas esas calamidades. El problema más pesado es el sistema integro de complicidades y corrupción que las estimulan y las soportan. Por su parte, la libertad del ejercicio laboral sexual no solamente debe ser consentida sino legalmente protegida y regulada. El asunto es diseccionar muy bien una cosa de la otra. La doble moral se irá combatiendo con la evidencia y el cambio cultural. Es la apuesta.

Finalmente, resalto otro sesgo que me llamó la atención de esa charla. Suele decirse que en nuestras calles, cada vez más impunemente criminales, la realidad supera a la imaginación, a cualquier ficción. Las calles son los escenarios y los medios y las redes sociales su reflejo "en tiempo real". Eso hace de los relatos como este sean la derivación de una especies de periodismo de investigación novelado. Teniendo esa veta en mente, entiendo por qué Teresa Juárez instó para hacerlo más intensamente. Novelar más la tenebrosa realidad asfixiante. En el curso cotidiano hay más, muchos más, acontecimientos que deben transmitirse, novelarse y difundirse para que la sociedad los visualice y los entienda desde toda perspectiva. Mencionó a manera de ejemplo los hechos violentos de Guerrero y los crímenes contra las mujeres en Ciudad Juárez. No dejarlos difuminarse en la evaporada crónica periodística. Me dejó pensando.


---------------------------------------------------------------------------------------
Hasta aquí había dejado el texto para colocarlo en el blog, pensando, cuando me encontré con una entrevista realizada al escritor boricua Manolo Núñez Negrón, autor entre otras cosas de Barra china, ratificando el razonamiento del párrafo final. Pongo un par de sus frases, en son de coincidencia que no es casual, porque la realidad de fondo, cotidiana, la compartimos de muchas maneras:

"...me parece  que la violencia de la vida puertorriqueña pide a gritos que se le fabule y se le piense con más profundidad. Quien vive en la ciudad es ciudadano del miedo, y esto es importante ficcionalizarlo. Ahí está, por ejemplo, ese magnífico libro de relatos de Francisco Font: La belleza  bruta. Repensar la violencia desde la literatura se me antoja una tarea urgente."

...

"Desde la literatura se puede decir cualquier cosa. Lo importante es decirla bien. Deleuze y Guattari piden un turno: la literatura es siempre un campo de enunciación política. En medio de la crisis, la literatura nos ofrece la posibilidad de oponer a los discursos dominantes, a la ficción que el estado utiliza para domesticar la sociedad y provocar el conformismo, historias alternativas que nos permitan explicar de otro modo el mundo que compartimos."

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sobre el dinosaurio camaleón

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

No hubo “corcholatas”