Domesticar a una ciudad no es cosa de poetas.

Para eso hay que dejar de trabajar y permitir que el sol te pegue pleno en la jeta.

El cosmopolita sombrío sucumbe de vanidad ante la fértil urbe fastidiada de liarse con las bicicletas. Lo más notorio son las líneas amarillas, intermitentes, marcadas transversales a las banquetas. No tienen sentido práctico ni convencional, pero el empleado municipal que las desparrama con prisa argumenta esquivo que así se las ordenaron y él está para hacer lo que sus superiores le pidan. El tipo solo sirve para confirmar lo que ya es sabido: mi parte del presupuesto correspondiente a los impuestos retenidos no tiene permiso: alguien lo toma sin justificación alguna y lo dilapida. Como las rayas amarillas. O más bien por ellas. Para ellas. Lo fétido y lo moderno siempre hayan la manera de encontrarse en el callejón oscuro. Usted me entiende.

¿Yo?, a mí que me requisen. Me niego a quedar pasivo. Para poder viajar necesito ver horarios y calendarios. Todos los mapas. Me refiero a los tableros de las marquesinas: requiero saber a dónde se dirigen los otros viajes que no son los míos. Prefiero ratificar que hago lo correcto al contrastarlo con lo que me estoy perdiendo. De lo contrario, siento que pudiera estar extraviando al destino.

¿Crees en la fatalidad?

Yo no creía; ahora tal vez. Es un poco tarde. Todo lo que quise ser quedó extraviado en unas cajas de cartón repletas de papeles que se destintan. Todo lo que soy cabe en una tapa con rosca. Más bien, en una corcholata de las antiguas. Para estar en la plena condición de mi cronología es necesario borrar la historiografía.

Con ese pretexto se ha marchado la sencillez, con la cabeza gacha y mal disimulando una sonrisa burlona. Con la cínica tranquilidad de quien sabe que no ha cumplido sus promesas: se evadió en silencio a refugiarse bajo unas enaguas nuevas.

Enfrente de casa (de una casa prestada, como lo son todas) cocinan con leña mientras que en el patio trasero zumban los bastones con el  corte al viento para pegarle a una pelota cacariza. Habrá de perderse.

No sólo la pelota.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sobre el dinosaurio camaleón

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

No hubo “corcholatas”