Trompadas políticas

Las trompadas pueden ser el ejercicio de la política por otros medios. Decía, a su manera, un clásico mundial.

Las del 43 Aniversario de Quintana Roo fueron eso: ni declaración de guerra institucional ni pleito personal callejero. Mera política de actualidad.

Porque en política, con frecuencia, la forma es fondo. Decía un clásico nacional. 

Y la forma que adoptó esta rijosa escena tiene como fondo, bien dice Hugo Martoccia, que en la política local la palabra ha estado secuestrada, devaluada y, por tanto, en desuso. Los acostumbrados a mandar suelen imponer su voluntad sin gastar saliva. Presión, coptación y represión. ¿Para qué desgastarse en exquisiteces como dialogar, dar explicaciones, rendir informes y contrastar ideologías, proyectos estratégicos o planes de gobierno? Si la ocasión se acomoda, para dejar constancia de autoridad, aplicar una bofetada y listo. 

Más al fondo está como sustrato, digo yo, el progresivo predominio en la clase política de una "cultura" de menosprecio a las ideas, a la reflexión, a la construcción teórica y al debate. Carencia que se suple con el enfermizo y dinámico culto al pragmatismo, al "hacer" sin mediaciones, al "actuar" sin importar consecuencias. Pragmatismo practicado, en el mejor de los casos, para obtener beneficios inmediatos y directos sin que algún tipo de escrúpulo quite el sueño, cuando no por ignorancia o mera abyección.

Con esa zalamería se oprimen el pecho los indignados porque los golpes del cuento contradijeron los dichos del gobernador en tal evento. Cierto y no. Dijo que los funcionarios deberían de comportarse a la altura de la responsabilidad adquirida y que en el gobierno debe predominar el diálogo. En ese sentido, no le hicieron caso.

Pero parte de su elocuencia la dedicó también a fustigar a todos aquellos que se empeñan en envenenar la labor del cambio que está en marcha. Sin decir nombres, ¿para quién era la directa? En el argot priísta se les decía: "emisarios del pasado".

La cabeza identificada como el emisario mayor se llama Félix González. El mismo senador iracundo de la cachetada primera que después puso la cara para detener puños iracundos del Secretario Ricalde.

El cambio de fondo, se entiende, vendrá cuando se le de la vuelta a los controles establecidos no por el "borgismo", que era un movimiento de alfil, hoy sacrificado, sino por el "felixismo" que se sigue regodeando por las pasarelas "sin importarle la facha".

Se tendría, así, para darle la vuelta, que constituir una nueva hegemonía en el control y ejercicio del poder local. Todo lo que le pegue a la vieja, sirve. Aunque sea a trompadas, como expresión política de que no hay otra manera en la agenda. 

Estará por confirmarse si esa nueva hegemonía, de ser un hecho, se aplica en el sentido militar más elemental, que significa predominio y control (en un simple quítate tu pa´ponerme yo), o si adquiere un aderezo gramsciano de inclusión e integración plural, apelando al sentido del discurso de aniversario y honrando el origen de la etapa que se vive. Algo así como ayudar a que la palabra recupere algo del valor perdido. Entonces, todo lo circunstancial habrá tenido sentido.

En la frase del ciego retador: veremos.

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