El pleito de los segundones

Al final de las campañas las tendencias parecen ser determinantes para el domingo electoral. Falta, como suele decirse, lo que suceda “el día D” con sus imponderables, jaloneos de rigor y conteo de los votos. Son tan abultadas que esos hechos conocidos no alcanzarían, por sí, para revertirlas. De suceder, sería el resultado de una imprevisible “rebelión ciudadana de los ocultos”.

No sucedieron los hechos políticos que eran esperables para cerrar la competencia. Siempre supuse que “el sistema” (el pacto de impunidad) haría lo que fuera para no dejar pasar al “antisistema”. Les faltó voluntad, no me lo explico de otra manera. Sorprende que el pacto tácito del PRIANRD no haya encontrado la fórmula. Algo extremo e irreparable se rompió ahí que terminaron desgarrándose entre ellos. En la disputa por la circunstancia se les extravió la estrategia. Trasciende que la responsabilidad -pendiente por cobrar- está cargada a la cuenta de Ricardo Anaya.

Eso puso la contienda en una tesitura inimaginable hace algunos meses: López Obrador avasallando en las preferencias (con Morena perfilando para ser la fuerza política hegemónica del país) mientras los pactistas se revuelcan, fragmentados, por alcanzar el segundo lugar.

La batalla de los “dos terceros” queriendo ser los segundones ha sido un divertimento. La confronta ha sido muy mediática, buscando convencer al respetable público. Están muy dichas las relativas ventajas que conseguiría quien lo alcance: desde la convocatoria al voto útil de última hora, hasta el “posicionamiento” para tener interlocución privilegiada como opositor al nuevo gobierno.

Cada parte avienta sus titulares mediáticos para decir “es mío”. Al cierre, la nariz que sobresale es la del PRI, a pesar del candidato insulso que carga con el pesado desprestigio del gobierno de Peña Nieto. Veremos si eso convence a los votantes anti-AMLO.

De suceder, si el frente del PAN-PRD-MC queda en el tercer lugar, habrá que hacer una reflexión de fondo sobre la cultura política mexicana.