La hora de los saltamontes


El brinco de fulano, desde el partido zutano al mengano, es pura anécdota. Ponga los nombres que quiera. Abundan. En esta época de evidente crisis del tradicional sistema de partidos que anuncia colapsar a partir del 1 de julio, el chapulineo es plaga. Estamos en su hora.
Predominan los intentos desesperados por caer en “el lado de la historia” que parezca útil para el beneficio inmediato sin importar ideologías, creencias o estrategias de largo plazo. Todo es mera conveniencia. La manera elegante de justificarlo es decir que “la política es de circunstancias”. Listo
Hasta hace poco los casos más conocidos y publicitados eran objeto de escandalito mediático pero ya nadie se distrae por eso, por muy connotado, querido o aborrecido que sea el personaje ejecutor de la maroma.
Brincar políticamente de un lado a otro no está tan desacreditado como parece. Tampoco es esporádico ni de temporal. Siempre sucede, aunque hay temporadas, como ésta, donde prolifera. Se critica públicamente sin mucho convencimiento porque en realidad se ha convertido en una rara especie de virtud cada vez más premiada y, por tanto, envidiada. Sobre todo con aquellos que la practican con éxito regular y caen parados en sus piruetas.
Algunos saltamontes son más mañosos que otros o simplemente evidencian, sin pudor, su espíritu convenenciero hasta el momento justo en que los flujos de poder están claros (como las preferencias electorales, por ejemplo). A esos se les agrega, por parte de quienes llegaron antes, el calificativo de oportunistas pero, al final, terminan por ser aceptados de igual forma que a cualquiera.
Así en lo individual como en lo institucional.
Alianzas partidistas que se conformaron oficialmente, para la elección más grande de la historia, despiden un desagradable tufo antinatura. ¿Qué tienen que ver, en identidad histórica, principios y objetivos, el PAN con el PRD? Nada más sólido que lo que combine entre Morena y el PES. Eso es lo que dicen los papeles y los historiales. Pero ahí están. Unos y otros constituyendo coaliciones electorales inverosímiles. Consideraron que así les convenía acomodarse para alcanzar posiciones de poder. Sólo para eso.
Así en lo formal como en la informalidad.
Si lo anterior sucede bajo registro oficial, por la vía de los hechos se da, en algunos casos, el flujo de apoyos y acuerdos tácitos, entre partidos, no confesables. En la medida que avanzaron las campañas, el Partido Verde fue abandonando el disimulo para transferir corriente a favor de Morena en algunos puntos del país. (En artículo reciente Raymundo Rivapalacio afirma que este corrimiento parece prematuro y gratuito, motivado más que por la conveniencia, por el miedo que generan en los tradicionales grupos políticos y de interés los posibles coletazos que emerjan de la inminente llegada de AMLO a la Presidencia).
¿Significa todo esto el fin de las ideologías? No lo creo. Están guardadas para otras ceremonias. Es muy probable que los factores políticos se reacomoden, más cerca de sus identidades e intereses definitorios, en el próximo espacio legislativo. Eso hace difícil predecir, por ahora, las mayorías y minorías por venir. Será entonces otro reacondicionamiento de conveniencias.

Pragmatismo: búsqueda de resultados prácticos favorables como método, no sólo casualidad u oportunidad aprovechada al vuelo. Cálculo y premeditación y, a veces, sólo “circunstancia”. Sistemático procedimiento en uso tanto para acceder a los espacios de representación y poder, como para ejercerlos. Según lo que convenga en cada momento. Eso es lo que impera en la política de moda, que no moderna.
Así de complejo y simple.

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