La segunda muerte del PRD


El Pacto por México se firmó el 2 de diciembre de 2012. Por la manera en que se involucró el PRD, por el contexto político en que sucedió, por el contenido de ese “gran acuerdo político nacional” y por sus previsibles (luego confirmadas) consecuencias, desde entonces me quedó claro: el partido del Sol Azteca firmaba su sentencia de muerte. 


En ese acto el PRD se negó a sí mismo, a sus principios y valores. Al espíritu de la causa social y política que le dieron origen en 1989. Lo primero que pensé, entonces, es que estaba vendiendo su alma al diablo. Después me di cuenta de que en realidad la había perdido. Desvanecida en la nada. Por nada. Para siempre.



Algunos de sus extraviados sobrevivientes se atreven a decir que el PRD fue engañado y engatusado en ese engendro. Chamaqueado pues, por panistas y priístas. No hallan como explicar y justificar su propio desconcierto y la falta de atrevimiento para denunciarlo y tomar distancia. Será porque alguna ventaja han logrado sacarle desde entonces. No alcanza para disculpa piadosa. Menos para reivindicación con opción de futuro.

Eso, que ya es “esa cosa”, está que se acaba. Si todavía le han visto deambular por ahí ha sido en calidad de esqueleto inerte al que se le va cayendo el pellejo a pedazos.

Lo cuestionamos desde entonces. Personalmente tomé distancia definitiva sólo unas semanas después. Sin dudarlo. No he dado tregua para señalar el daño que se hizo a sí misma la izquierda electoral pero, sobre todo, el daño que le hizo al país. Menos abstracción: a los grupos y sectores más vulnerables y desprotegidos de la sociedad. La desigualdad social (entre otras cosas) está peor que nunca.

Esto último podría empezar a revertirse con el cambio político que se anuncia, aunque el tramo de retorno será largo y sinuoso. No será con el PRD sino en su contra. Con su previsible muerte electoral. Su segunda y, tal vez, definitiva muerte. 

Una cosa llevó a la otra hasta el punto de tratar de prolongar su agonía colgado ¡del PAN!, al cual también ya estará estorbando como incomodísimo compañero de viaje. Verdadera pena por una generación que entregó su mayor esfuerzo por mejor causa. El réquiem es estrofa: la lucha sigue y sigue…

Llama la atención que algunos connotados e históricos perredistas “apenas” estén descubriendo que el sol se ha ocultado avergonzado por lo “indebido” de esos acuerdos y alianzas. Que sus principios se han “desvanecido” y que podrían resurgir por otros horizontes (hacia los cuales, seguramente, se van a orientar).

Nunca es tarde, dirán, sobre todo si hay alternativa a la cual recurrir. No lo es. Simplemente queda constancia de la “lentitud” para reconocer y hacerse cargo de su propia historia.

En fin. Ya sabemos cómo es eso que pasa cuando el barco sumerge hasta perder su línea de flotación.


              

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