Ideologías y partidos en México
La promiscuidad
política, que dio paso al pragmatismo electoral más inverosímil en la elección mexicana de 2018,
dejó a las ideologías en el desconcierto; cruzadas y neutralizadas. No es que
hayan desaparecido; los que abdicaron fueron los ideólogos en pos de la
candidatura a ultranza.
Las ideologías
siguen ahí, en espera de hacerse valer a la hora de ponerse en juego las
causas, los intereses y los valores diversos. Son los elementos que permiten la
identidad más asentada en el juego político. Si, por ejemplo, se convocara a un
Congreso Constituyente para erigir una Nueva República, como adelanta PorfirioMuñoz Ledo, ahí mismo se harían evidentes.
Es previsible,
por tanto, que el agrupamiento de políticos en torno a ejes de afinidad
ideológica se habrá de articular en el futuro próximo. Un nuevo (por lo menos
refrescado) acomodo de las identidades partidistas está en puerta.
¿Quién de cada
lado?
Se aventuran
hipótesis.
En esta
entrevista, el politólogo Aleix Sanmartín hace la propia: a la derecha
liberal se mantiene el PAN, mientras que el PRI (o como luego quiera llamarse)
habrá de sobrevivir ocupando el espacio centro-izquierda propio de la moderna
socialdemocracia. Como tal tendrá que reinventarse. Ambas serían las opciones
alternativas a la hegemonía política del ideológicamente indeterminado Morena.
Al PRD ni lo
menciona. Debe darlo por muerto. A sus damnificados, en lo individual, podrá
imaginarlos brincando al vacío de la nada morenista o, a los más coherentes con
sus sueños, acuerpando justamente en lo que derive del PRI.
Ironía de la
política. Quienes coparon las riendas maltrechas del PRD y las enfilaron hacia
el Pacto por México y luego a la alianza electoral con el PAN, siempre soñaron con
ser los padres legítimos de la socialdemocracia mexicana; habitantes del nicho centro-izquierda
en su paso a la historia. Se los tragó la promiscuidad electoral.
Según este
mismo analista, Morena es terreno fangoso (cacha-de-todo) de amplio espectro,
que es decir mera y conveniente indefinición ideológica. Ni de izquierdas ni de
derechas sino popular. Al estilo del PRI original, dice. Del PRI nacionalista
antes del neoliberal, digo yo. Del PRI paternalista-autoritario
cobijado en la sombra del caudillo, hasta que éste se institucionalizó derivando
en la silla presidencial.
Eso es lo que
ve.
Vamos viendo:
La identidad
histórica del PAN no está a discusión, a pesar de su corrimiento hacia el
fangoso liberalismo salinista que lo tiene hoy metido en un brete de reconquista
y ruptura. Lo que está en disputa es quién se encarga de regresarlo a la ruta.
Por su parte,
hacer del PRI un partido socialdemócrata no es novedad. De hecho el tricolor,
durante mucho tiempo, fingió ser bipolar: socialdemócrata frente al mundo y
nacionalista hacia adentro.
El caudillo
institucionalizado en el presidencialismo del PRI se identificó, hacia afuera
del país, como socialdemócrata (estaba ¿está? en sus documentos básicos). Formalmente
participaba en eventos, reuniones y lazos con la Internacional Socialista y
partidos afines. Sin embargo, el concepto no lo utilizaba en su imaginativo discurso
hacia adentro, en el cual siempre privilegió al nacionalismo revolucionario.
En el brinco
neoliberal el nacionalismo revolucionario fue abandonado y sustituido por el
intento salinista de identificarse con el volátil liberalismo social, el cual, a su vez, poco después el PRI desechó
para perderse misteriosa y pragmáticamente en la nada ideológica en la que
parece estar hoy.
Esa idea
identitaria de nacionalismo
revolucionario la rescata ahora Morena mediante la especie conceptual de regeneración nacional, bajo el cobijo
organizativo alrededor del caudillo.
A pesar de
ello, no me alcanza aún el proceso para ver en Morena la resurrección del original
PRI. La diferencia está en la institucionalización presidencialista del caudillo,
cosa lejana por ver. Como movimiento masivo-electoral se asemeja más, por lo
pronto, a la forma organizativa del populismo de masas en torno al culto
personal del caudillo tipo porfirismo, franquismo, cardenismo, peronismo,
chavismo y similares.
La nueva
versión mexicana, el populismo pejista de
masas tiene sus variantes. En sí mismo ha cambiado en su historial reciente. El
pueblo movilizado ya no están en las calles, únicamente va esporádicamente a
las plazas en tiempos de campaña electoral. La movilización es verbal. En donde
más y mejor se manifiesta y desfoga es en las
redes (las benditas redes
sociales) para, en el momento oportuno, desembocar ordenadamente en las urnas
y, si el caso lo amerita, juiciosamente en los tribunales. Para efectos
prácticos y tradicionales, el pejismo
está desmovilizado y electoralizado.
¿Cómo va a
instrumentalizar e institucionalizar AMLO a la fuerza social que lo sigue para que
le sobreviva más allá de su triunfo electoral presidencial? ¿Lo va a hacer? ¿Le
interesa? No está claro el destino para el pejismo-Morena desde el punto de
vista organizativo-partidista. Tampoco se identifica un contexto para que se
perpetúe en un presidencialismo hereditario de nuevo cuño. ¿Detrás del caudillo
viene otro?
Por lo pronto, la apuesta va a estar en su ejercicio de gobierno. Si tiene éxito en cerrar la brecha de la desigualdad, en
neutralizar a la impunidad con la aplicación igualitaria de la ley, y en bajar
notoriamente la corrupción, lo demás, ante el ojo y antojo de las mayorías,
pudiera ser lo de menos. Mientras él esté hasta el paternalismo-autoritario le
será tolerado.
Después podrá
haber viento y nubarrones. En el trayecto, tolvaneras.
Con ese
horizonte a la vista, Aleix Sanmartín tendría razón en sugerir el lanzamiento
de una opción político partidista de corte socialdemócrata.
Para ello, los
restos del PRI y PRD junto con MC podrían estar empujando rápidamente en torno
a las demandas de los grupos y movimientos feministas, igualitaristas, de la diversidad
sexual, ambientalistas, animalistas y defensores de derechos humanos.
Quienes se
planten en ese polo ideológico-político tendrán margen para su tarea. Serán
atracción y repulsión. Pero serán.
Como cosa
relevante, no anecdótica, las causas progresistas más a la mano las ha
levantado la abogada Olga Sánchez Cordero desde el entorno mismo de AMLO-Morena.
Los socialdemócratas podrían incidir ahí, en lo que se perfila para ser la
primera batalla por causas que rebasan el guion dictado por el nuevo gobierno,
que todavía no es pero ya ejerce.
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