¿Pausar los cambios o acelerarlos?



La frase se atribuye al uso predilecto del momentáneo emperador Agustín de Iturbide cuando se le apremiaba a realizar acciones contundentes que él consideraba innecesarias para mantener el control de las circunstancias: si con atolito funciona, atolito vámosle dando.

Me viene a la mente al leer la columna Astillero de Julio Hernández, el día de hoy, en la cual hace un llamado, en ruta inversa, de manera sentida y algo desesperada, para que AMLO le baje dos rayitas (expresión afamada por la Tía Tati) a su activismo post electoral. Nada le aporta y problemas innecesarios traerá: “Despacio, que llevo prisa, dice la conseja popular. Andrés: ¡más despacio, por favor! Solo así se podrá apreciar de mejor manera la textura y profundidad (o la falta de ellas) de lo que hoy está sobre la mesa pública.”

Atolito, Andrés, plis, no hace falta más por ahora.

La recomendación se transmite cuando AMLO estaría, supuestamente, reflexionando sobre lo sucedido hasta la elección que lo ha puesto en la presidencia y sobre lo que habrá de hacer con ella. Supuestamente porque desde su retiro ha encabezado, hoy mismo, su defensa y la de Morena ante la decisión del INE de multarles por el presumible uso incorrecto del fideicomiso ¨Por los demás”, creado para apoyar a los damnificados del sismo del 19 de Septiembre pasado.

No le bastó que su representante ante ese órgano, Horacio Duarte, diera la respuesta pública de protesta por el fallo, con argumentos y documentación en la mano. Tuvo que salir él, desde su rincón, personalmente: “es una vil venganza”, afirma. ¿No había nadie más, de refuerzo, que lo hiciera? ¿Y la dirección formal de Morena? Como líder de partido AMLO iba a todas. ¿Hará lo mismo como Presidente?

La respuesta es importante más allá del impacto que tiene en el desgaste político y personal al que suele exponerse. De su reflexión en curso saldrán los tiempos, ritmo e intensidad del ejercicio político y de gobierno que habrá de realizar los venideros días, meses y años como Presidente de los mexicanos. Es evidente que los resultados electorales y las expectativas creadas obligan a pensarlo bien.

En los meses previos a la elección, los voceros de sus equipos de trabajo hicieron saber que, en caso de ganar la Presidencia, esperaban avanzar sus iniciativas en dos ritmos: uno para conciliar acuerdos y ejecutar las modificaciones primarias (sin grandes cambios legales) y un segundo para meter el acelerador. Ello debido a la proyección de que, en principio, no contarían con las mayorías necesarias en el Congreso, las cuales buscarían para la segunda mitad del sexenio.

Me atrevo a decir que esa es la razón política de fondo detrás de la propuesta para realizar una consulta de revocación de mandato presidencial: volver a poner a AMLO en las boletas de votación para jalar con él a una camada de diputados (seguramente mejor seleccionados que ahora) que permitan asegurar los cambios de fondo (y la transición de su salida), hasta el punto de poder convertirlos un nuevo Congreso Constituyente (si atendemos a las versiones difundidas por Porfirio Muñoz Ledo).

Sin embargo, contar con la mayoría para realizar cambios constitucionales le llegó a AMLO-Morena antes de lo esperado. Está al alcance de su mano. ¿La va a usar en la primera instancia (así como está conformada) o se va a dar los tiempos pensados? ¿Va a dejar avanzar su propio y natural desgaste a la vez que madura un nuevo esquema de partidos con definiciones ideológicas y eventuales contrapesos?

Me inclino a pensar que no resistirá la tentación de dar marcha adelante. Agarrar a todo mundo mal parado (a muchos todavía tirados o aturdidos). Los cambios van a fondo desde el principio. ¿Por qué habría de esperar si está la mesa servida? Parece que la oportunidad está a tono con el ánimo y la voluntad del nuevo mandante. No habrá pausa ni atolito.

Será la señal de que se puede imponer una hegemonía monolítica mientras Andrés Manuel esté personalmente a la cabeza del proceso. Ello no solamente trastornará el curso de los planes y promesas anunciadas sino que habrá de desequilibrar el espectro político. ¿La conveniencia y necesidad de los cambios lo justifica? ¿Contará con la tolerancia de quienes se sientan invadidos o afectados? Veremos.

(Versión revisada de la puesta directamente en Facebook el día de ayer)

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