¿Quién manda aquí?
Estamos
ante una indiscutible disputa por la
nación. Revolución pacífica le han llamado algunos. Puede ser. En todo
caso, es uno de esos momentos en que la cronología histórica del país se parte políticamente
en pares significantes y contradictorios: el antes y el después; la oportunidad
aprovechada o la frustración; el estancamiento o el avance.
Es
tiempo, entonces, de definiciones. Sin lugar para la vacilación.
Respaldada
en el corte de tajo electoral del 1 de julio, la determinación de AMLO para cancelar
los trabajos del aeropuerto internacional en Texcoco (refrendada con una consulta
a las bases sociales propias a las que denomino el Gabinete Superampliado para Casos Extraordinarios) debe entenderse
como el desafío frontal a los poderes
fácticos que hasta ahora han tenido ambas manos metidas al fondo y a placer
en los recursos y la vida pública nacionales.
Estaban
tan instalados que se acostumbraron no sólo a recibir dineros públicos
regalados (vía contratos, exención de impuestos y demás truculencias
financieras) sino a imponer su voluntad e intereses sobre las decisiones
importantes en los asuntos de Estado.
El
desafío lanzado por el Presidente Electo abre la posibilidad de replantear los términos y las condiciones
de la relación de los particulares (especialmente los barones del capital) con
las instituciones del Estado. Poner en claro quién gobierna. Quién manda en
la cosa pública representativa.
El
atrevimiento (mandato popular de una elección sin precedentes) está provocando
inevitables y previsibles reacciones turbulentas de resistencia por parte de
esa cosa nebulosa que algunos comentaristas denominan “los mercados” y que
buscarán impactar en la sociedad con inestabilidad económica para forzar la
permanencia de sus privilegios (o retener los más posibles).
El
encontronazo no es cosa menor. De la forma en cómo se resuelva derivarán los alcances
y límites del nuevo régimen, los niveles de las relaciones de poder y, por tanto,
el futuro del país.
Mi
opinión es que la decisión de AMLO debe
de ser respaldada lo más ampliamente posible.
Mientras mayor sea el soporte
social que acumule, explícito y activo, mayores oportunidades habrá para
generar las condiciones económicas y políticas que permitan cumplir con las
promesas y compromisos de apoyar a quienes más lo necesitan.
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