La familia conservadora sale a escena

Captura de pantalla del trailer The Family en Netflix






Basta con ver el dinero norteamericano, moneda o papel, para suponer que en esa nación hay un vínculo consentido entre religión y poder: In God We Trust (En Dios Confiamos), lema nacional que data, apenas, de 1956. Uno supone, entonces, que es un país oficialmente de creyentes.

Mucho antes, en los tiempos fundacionales (Congreso Continental de 1782), adoptaron un lema muy distinto en su originario latín: E pluribus unum. Significa literalmente "De muchos, Uno" y se ha entendido, de manera más comprensible, como "Unidad en la diversidad". La frase tiene el sentido de ratificación en la fundación de una nación creada entre individuos con orígenes muy distintos entre sí.

Los Estados Unidos de América pasó simbólicamente de poner su fe y su destino en manos mundanas responsables del acuerdo unificado entre sus pobladores diversos a depositarlos en el Ser Supremo extraterrenal. Forzando un poco la interpretación: si Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, la nación creciente y triunfadora de la Segunda Guerra Mundial queda bajo su voluntad y mandato. 

Hay que decir, sin embargo, que no existe en la normatividad norteamericana una religiosidad oficial específica. La Primera Enmienda de su Constitución prohíbe tanto el establecimiento de una religión oficial por el Congreso así como la preferencia del gobierno de una religión sobre otra. Sin embargo, acontecimientos suceden que hacen dudar a observadores y críticos sobre el cumplimiento cabal de ese mandato por parte de las élites del poder.

De manufactura reciente, Netflix ha puesto en pantalla una interesante serie documental titulada The Family en la cual se expone públicamente a un discreto pero muy activo grupo cristiano conservador norteamericano que se identifica como La Familia (o también La Fraternidad), cuyo objetivo y actividad documentada es influir en las decisiones políticas de los Estados Unidos para promover su agenda global.

A diferencia de los fanatismos fantasmagóricos y escandalosos tipo WASP y Ku Klux Klan, la peculiaridad de esta hermandad fundamentalista se basa en infundir la fe cristiana de manera muy básica pero contundente entre los miembros de la élite económica y política de ese país y, desde luego, entre los jerarcas convenientes de cualquier parte del mundo que les interese (sin importar si soy mandatarios electos, reyes, dictadores o criminales de Estado). Su convicción es que Jesús es de y para los ricos; los poderosos. A ellos hay que hacerlo llegar. El tema de redimir a los pobres es puro cuento, aseguran. 


Captura de pantalla del trailer The Family en Netflix

Este giro interpretativo del cristianismo me trae a la mente la nota leída recientemente sobre un libro nuevo que parece interesante: Dios. Una historia humana. Ahí, el investigador iraní-estadounidense Reza Aslan "publica un estudio fascinante y provocador sobre cómo todas las culturas han creado a un ser supremo como reflejo de las personas." Los dioses, por tanto, son creación de los humanos a su imagen y semejanza y no al revés.  Dice Reza Aslan que la tendencia en todas las culturas de crear una versión divina de nosotros mismos es innata: “está programada en nuestro cerebro, de ahí que sea una característica central de casi todas las tradiciones religiosas”. (...) Radica en nuestra profunda necesidad de experimentar lo divino como un reflejo de nosotros mismos. Por lo tanto, La Familia estaría creando su propio reflejo en la versión del Dios que le conviene.

En algunos pasajes de la serie, a los miembros de la fraternidad se les identifica como creyentes evangelistas pero eso es, me parece, excesivo. El Evangelio en toda su complejidad les queda grande y farragoso, limitando su credo práctico a un breve texto de frases fáciles. En ellas, como lo exponen de manera reiterada, Jesús es la palabra clave, el nombre, la llave, el todo. Y sobre esa idea, que aquí es un concepto más allá de la divinidad, han tejido una peculiar telaraña de relaciones, intereses y complicidades de altos vuelos que siguen vivas hasta el día de hoy.


De la crónica en goodreads
La serie, dirigida por el cineasta Jesse Moss, está basada en un libro de investigación periodística publicado once años atrás: The Family: The Secret Fundamentalism at the Heart of American Power (La Familia: El fundamentalismo secreto en el corazón del poder (norte)americano), escrito por el periodista, especialista en religiones, Jeff Sharlet. "Ningún otro libro sobre la derecha ha expuesto a La Familia o ha revelado su impacto de largo alcance en la democracia, y ningún ajuste de cuentas futuro con el fundamentalismo estadounidense podrá ignorarlo", se lee en algunas reseñas del libro.

El trabajo audiovisual va más allá del texto (o mejor dicho viene más hacia acá en el tiempo) y revela acontecimientos recientes en los que miembros prominentes de La Familia se han visto involucrados en hechos de corrupción, espionaje, lavado de activos, venta de armas al extranjero, apoyo a criminales de Estado y las muy caseras infidelidades maritales que han truncado sus carreras políticas. Ellos, que son tan fervientes promotores de la familia tradicional cuyas prédicas han tenido impacto internacionales en contra de la diversidad sexual, la igualdad de género y, en general, en los derechos humanos de los diferentes.

Todo el material es de interés. Pero hay dos cosas que han llamado en especial mi atención:

Primera: El libro es de una época antes de Donald Trump mientras que el audiovisual es en su momento (y cuando el fundador, orquestador y aglutinador de La Familia ha fallecido). Hay una línea de continuidad que se refuerza a pesar de que dicha hermandad reconoce en el actual presidente norteamericano a un tipo inculto, ignorante de la letra evangélica, demasiado bocón y francamente desagradable en sus formas. Pero no hostil. Por el contrario, es el aliado necesario por el conservadurismo recalcitrante que comparten. Eso hace a sus ojos que Trump sea la mayor bendición que Jesús les ha enviado en toda su historia. La explicación es muy sencilla: Dios utiliza instrumentos imperfectos para realizar su obra perfecta. Y por ahí, de paso, se justifican ellos mismos. Habremos de esperar, entonces, que esta historia de conservadurismo fundamentalista familiar escriba nuevos capítulos.


Captura de pantalla del trailer The Family en Netflix

Segunda: La Familia ha entrado en un proceso voluntario de visibilización pública; de salida de la clandestinidad anteriormente asumida. Proceso que también es de expansión organizativa hacia todos los niveles posibles de la sociedad. 
Los realizadores de la serie pudieron acceder a una pequeña reunión que diríamos "de base" a la que asistían puros hombres de una comunidad modesta en la ciudad de Portland (alejados física, anímica y económicamente de la élite de Washington). La voz la llevó un hombre corpulento de palabra grave, muy elocuente, afroamericano, quien reconoció haber deducido que esa cosa religiosa de La Familia era asunto de blancos adinerados, elitistas, racistas, que solo veían por sus intereses de poder. Nada tenían que ver con el pueblo llano. Deducción que vio confirmada cuando asistió en Washington a la versión 2018 del Desayuno Anual por la Oración (acto masivo y por invitación que celebra La Familia desde los años 50s y al cual han asistido, sin falta, todos los presidentes norteamericanos desde Ike Eisenhower hasta el propio Trump). A pesar de ello -de la evidencia que confirma la hipótesis- el personaje aquel acepta que la oración lo hizo reflexionar: si Jesús ama a esos hombres imperfectos, él también los ha de amar. Es por eso que hoy está en su redil promoviendo la misma causa: La Familia.


Y es que, como lo muestran cada vez más observadores, el conservadurismo se expande en una sociedad global que padece una profunda crisis cultural. Estamos (de regreso) en tiempos en los que la fe, las creencias y las ilusiones suplantan y se superponen al conocimiento científico, a la evidencia empírica, a la razón y a la ilustración. Hagámonos cargo.

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