Alimento maya para las ánimas... y alguien más



Llueve repentinamente. No lo esperaba. Rechacé la oferta de que pasaran por mí al lugar de hospedaje con el fin de poder caminar hacia el punto de encuentro. Caminar y un poco observar en penumbras las calles del poblado. Ahora debo resguardarme en varios momentos para no quedar demasiado mojado. No hay mucho donde hacerlo. Uno de esas pausas es en una pequeña tienda. Compro agua para beber. Ironía. Agua es lo que el cielo me está dando a placer y sin pedírselo. Debo estar en la barda lateral de la gran iglesia principal de Tihosuco para participar en la representación de una ofrenda a los difuntos. Es 1 de Noviembre. Llego tarde a la cita. Todos esperan.

La vereda de piedras se ilumina para no errar el camino.
foto: Felipe Dzidz

Así es normalmente en este día, me dicen. Debe llover. Siempre llueve aunque no parezca que sucederá. Es el camino de las almas. Por el agua bajan los difuntos a recibir sus ofrendas. 

foto: Felipe Dzidz

Una vez que la reciban, los aún vivos podremos degustar los alimentos. Sí, pero muy pronto volverán a tener hambre, nos comentan. Gustan pero no alimentan. La esencia ya la habrán consumido los invitados especiales al banquete. 

foto: Felipe Dzidz

Están ahí los tradicionales tamales colados pero principalmente los Chachakuas que son preparados única y especialmente para estas fechas en esta zona de la península. Frutas y todos los alimentos de las preferencias que fueron de los difuntos recordados.  Atole y chocolate calientes. No pueden faltar los dulces enmielados de frutos y tubérculos: nance, calabaza, camote, yuca. El buen gusto no lo pierden con la esencia.

foto: Felipe Dzidz

Y es que, como suele suceder en todos los rincones de nuestro país, cada cual con tradiciones propias y rituales (dependiendo de lo que la tierra y las posibilidades ofrecen en cada región), la preparación y consumo de los alimentos que se ofrendan en el Día de Muertos (dicho genéricamente porque en este pedazo de tierra maya se prefiere decir difuntos) es el eje fundamental que congrega a los deudos, familiares, amigos... y visitantes.

Ese mismo día por la mañana:

En torno al comal.
Alex le da forma a la masa.



Tortilla voladora. ...por aquello que el comal quema.
foto: Felipe Dzidz

Un buen esfuerzo no es en vano.
foto: Felipe Dzidz

Tamales a las brazas.
Las fuertes lluvias de la noche anterior impidieron preparar el horno de tierra (Pib)
Pero no todos desiste. La tradición motiva al esfuerzo. Así que el Pib va, en otra vivienda, para que los difuntos no se pierdan de saborear los exquisitos Chachakuas que, de seguro, tanto les siguen gustando. Es el alimento especial para ellos:




Mientras los varones ponen el horno al punto en un rincón del patio, dentro de la vivienda las manos femeninas preparan el alimento preferido de la temporada: 


Lilian dando golpe bajo el ojo escrutador de la anfitriona

Añadir leyenda

Solo es cosa de cubrir con la otra capa de masa, envolver en hoja de plátano...

...y al Pib.
Preparar, consumir y recordar a los difuntos. Este es el punto de encuentro. Aunque la ocasión sirve también para intercambiar información, anécdotas, leyendas y misterios sobre la vida y la muerte. Como las que nos contaron aquella noche en Tihosuco.

foto: Felipe Dzidz

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