AMLO se fue de Morena.


Porfirio Muñoz Ledo no se sale de Morena, dijo, a él Morena se le salió del corazón. Sus razones y controversias políticas bien que las tiene. El tamaño del personaje y lo drástico de su declaración son el síntoma de que los cimientos crujen.

Pero lo más determinante es que al Presidente López Obrador de plano Morena se le salió de los planes. Dijo, sin decirlo textualmente, que al partido no lo necesita para gobernar. Lo que es decir, para su propio futuro. Así entiendo su silencio y distancia ante el tenso e intenso conflicto interno que tiene a su criatura al borde del colapso.

Morena fue construido como partido político a la medida necesaria para que AMLO alcanzara la Presidencia de la República. El objetivo se obtuvo y el ahora presidente ha dicho reiteradamente que sus nuevas metas pasan por trascender desde el gobierno construyendo un nuevo régimen, un cambio verdadero, o lo que ha logrado imponer mediáticamente como un símbolo: dejar como su legado la cuarta transformación histórica del país.

En eso tiene concentrados su esfuerzo y atención. La 4T es lo que importa (por lo tanto el ejercicio integral de gobierno), Morena no. Dicho de otra manera, Morena para sobrevivir pasa por la 4T pero no al revés. 

Para gobernar, AMLO ha mostrado mantener el suficiente poder de convocatoria social, la disposición para la negociación en sus términos y, en casos necesarios, la mano firme para hacer uso de los instrumentos disuasivos y coercitivos a su disposición. La 4T va con todo (cualquier cosa que se entienda por eso) y habrá de enfrentar todos los desafíos. Esa es su tarea fundamental. Histórica. Quien se quiera sumar, que se suba. Y mucho ayuda el que no estorba.

Dependiendo de como resuelva la controversia por la dirección del partido (disputa que no es cupular sino que tiene polarizada a toda su membresía en dos grandes bloques aparentemente irreconciliables), Morena todavía habrá de fungir, en el 2021, como una de las plataformas electorales sobre las cuales apoyará AMLO sus propuestas para renovar a la Cámara de Diputados Federal, así como 15 gubernaturas, 27 congresos locales y las presidencias municipales en 24 entidades. 3200 cargos de elección en disputa. En este rubro, la elección más grande en la historia del país.

Es de esperar que el Presidente ponga todo su peso político a favor de aquellos candidatos que le garanticen continuidad y certeza para la 4T y para dar cierre a su sexenio (con otra mayoría holgada en el Congreso, por ejemplo) y que ello habrá de ser mediante una coalición de partidos orbitales a su proyecto. Morena incluido.

Más allá de eso, no muestra interés en consolidar un proyecto partidista-electoral de largo aliento basado en su persona, tipo maximato. Nada de partido hegemónico para el futuro y mucho menos de partido (casi) único de Estado. En el eco parece resonar nuevamente la conocida frase atribuida al monarca francés Luis XV (en el siglo XVIII): "Después de mí, el diluvio".

Por eso, ante el conflicto fraticida de Morena la respuesta del Presidente, su líder indiscutible, es el silencio.

Con ese mensaje silencioso el Presidente, fundador, alma y razón de ser de Morena, le ha dado a su creación, -mas que una nueva llamada de atención-, una estocada letal. De no reaccionar los coroneles en disputa y alcanzar un acuerdo unificador que encamine al partido para preparar exitosamente las elecciones del año próximo y, a la vez, proyectar con solidez a los nuevos liderazgos nacionales del relevo, Morena anuncia una ruptura estrepitosa o, en el mejor de los casos, estará quedando en calidad de zombie electoral a utilizar una vez más pero sin mayor futuro.

A diferencia de Muñoz Ledo, AMLO sí se fue de Morena aunque lo sigue llevando en el corazón.

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