La venganza de Moctezuma o la queja hipócrita por los tamalitos

Captura en internet

Confieso que una parte de mí se divierte con sorna frente a los acontecimientos. 

Tal vez la formas del Presidente López Obrador parezcan social (que no políticamente) incorrectas o quizá hasta incurra en un desliz no legal como algunos sugieren. Ese es litigio ajeno al mensaje que manda.

Palacio Nacional. Frente a la nación. Una cena (que no la última) muy mexicana con el puñado de grandes magnates nacionales para que se deleiten con chocolate y tamales de chipilín. 

¿A quién le duele el "precio"?

Es dato histórico muy documentado que en México (a diferencia de los países más prósperos) los grandes capitales se han acumulado al amparo del presupuesto y los recursos públicos. Al saqueo, mejor dicho. De todas las formas imaginables. Antes y después de la Revolución. Consistentemente a través de los años, hasta la actualidad. 

Exorbitantes fortunas que se atesoran en el regazo minoritario de un país que padece una de las desigualdades sociales mas profundas en todo el mundo. Más del 60% de sus pobladores son considerados oficialmente en condiciones de pobreza. 

Se dice que en esa noche a la crema de la élite se le "expropiaron" 1,500 millones de pesos por un "sablazo artero" del Presidente (se vieron pichicatos porque creo que aspiraba a más). "Robo en despoblado". "Extorsión disfrazada de caridad para usarla con los que más lo necesitan". Reclaman.

La Jornada, 14 febrero 2020
Una cantidad que no los hace menos ricos. Un monto difícil de dimensionar en la mente de los mexicanos ordinarios (que tampoco los hará menos pobres pero para algo servirá). Una baba comparada con lo que le han succionado a los bienes nacionales.

La queja por el "precio de la cena" es, entonces, mera hipocresía. Un pataleo indecoroso ante lo que seguramente consideran su dignidad señorial mancillada por un plebeyo en el poder. En su fuero interno debieran tomarlo como un acto de constricción. De expiación modesta por culpas históricas no resarcidas. 

Ese es el mensaje del Jefe de Estado que capto. Una estampa exhibida a todo color, reivindicativa en una larga y dolorosa historia. Un pellizco en el desquite de Moctezuma. 

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