El motivador de las barras bravas

El Presidente AMLO es un gran motivador de la tribuna mediática. Las redes sociales. Con un simple ademán de sombra es capaz de desatar una batalla campal en el graderío y pone a la fanaticada muy entretenida. Agresiva. Furibunda. A favor o en contra.

A estas alturas de la función las barras bravas ya están definidas. Nadie va a convencer a nadie. Se trata de otra cosa: defender los colores porque sí. Porque se llevan en el corazón o porque se tatúan en la ingle.

Unas y otras se solazan buscando el insulto que suene mejor contra el enemigo. Que lo indigne. La frase ofensiva más ingeniosa para que se convierta en tendencia. Todo un éxito existencial para quien lo logra.

En alguna ocasión el Presidente confesó que le divertía pensar en lo que iba a salir a decir para provocar a sus adversarios (que no sus enemigos, aclara). Para hacerlos enojar. Como aquí nadie escucha, no tendrían porqué haberlo escuchado. Se los dijo en la cara justamente para eso: para comprobar que en ese segmento social todo se trata de fe y nada de razón.

Se burla de ellos y de gratis le muerden el anzuelo. Normalmente sin carnada. Sin carnita real en los temas causantes de la furia declarativa.

El mismo se ha inventado a sus enemigos, líderes de opinión, para que también se entretengan y encabecen a sus propias hordas de seguidores. Algunos han aceptado gustosos escenificar el papel. Les impone la agenda del día a día con singular facilidad. Con ahínco encuentran en cada palabra, en cada gesto, en cada dato estadístico y en cada tendencia (imaginable o real) la causa de sus emociones; la justificación verdadera de su verdad. Ahí siguen.

¿Y mientras tanto en el mundo real?

Hay proyectos de transformación, de cambio, de hacer las cosas de forma diferente que avanzan y hay otros que no. O no tan rápido o fácil como se supuso.

Se omiten. Se evita analizarlos. Solo algunos observadores y conocedores con espíritu crítico les están dando seguimiento puntual. En general sus pronósticos son negativos, cuando no catastróficos. También hacen su parte pero con estilo.

En este último asunto hay que destacar que la mayoría de las plumas mejor informadas y con conocimiento de los temas nacionales cruciales, se decanta por conclusiones críticas y pesimistas con relación a los proyectos centrales del gobierno. Muy, pero muy  pocas ofrecen elementos sustantivos que los soporten, justifiquen y defiendan.

Por ese desbalance en los medios existe la impresión de que se trata de estar todos complotados contra el Presidente y su 4T. Agréguele la propensión polarizadora del cotidiano discurso oficial.

Sin embargo, los señores del capital, del gran capital, han modulado sus opiniones o, por lo menos, guardan silenciosa expectativa. Entran y salen en una relación que ya no es unidireccionalidad y subordinable, sino de varias pistas, tensa y más compleja. Reciben mensajes contradictorios que a veces les parecen ofensivos.

No están acostumbrados a ese trato, cuando antes eran los señores. Dueños del escenario. Estamos justo en el momento más crítico de la relación. Transición. Posibilidades de avance o retroceso. Cada quien juega sus cartas sobre la mesa y suelta a su jauría por debajo de ella.

Por eso allá en Twitter y Facebook sigue la guerra de lodo y basura generando un ambiente político insano. Veremos si hay voluntad (y tiempo) para desactivarlo antes de la elección más grande de la historia en 2021. De otra manera, está en riesgo el propio juego democrático. 

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