6 de Junio: una buena elección

Armando Tiburcio Robles

Los comicios mexicanos, nacionales y locales, del pasado 6 de junio provocan la necesidad de un primer comentario general. 

Basándonos en la expectativa que habían generado, debemos reconocer que tuvimos una muy buena elección.

En primer lugar porque había muchas dudas con relación a las posibilidades de organizar una elección completa, participativa y pacífica, en medio de una contingencia sanitaria mundial como la pandemia del Covid-19,  al tratarse de la contienda electoral más grande en la historia del país, en cuanto al número de cargos en disputa, tanto federales como locales. 

En segundo lugar, por el grado de tensión generado por los propios contendientes que en momentos subieron el tono de sus declaraciones a niveles de violencia verbal, en un ejercicio insistente de polarización, que tuvo sus expresiones de violencia física en contra de algunos candidatos y actores políticos. El aporte de incertidumbre adicional lo puso la violencia concomitante que se vive en algunas regiones del país debido a los enfrentamientos entre grupos del crimen organizado.

En tercer lugar, debido el ambiente enrarecido por los cuestionamientos implacables surgidos desde diferentes instancias de grupos políticos y factores de poder, sugiriendo dudosa imparcialidad por parte del Instituto Nacional Electoral, árbitro legal de la contienda. 

Los saldos de la fecha arrojan buenas cuentas. La noche del 6 de junio el país pudo retirarse a dormir con tranquilidad y amaneció al día siguiente para enterarse sin sobresaltos sobre la evolución de las tendencias.

En cuanto a su organización, la elección resultó todo un éxito. 

Se instalaron la absoluta mayoría, cerca del 90%, de las 164 mil mesas receptoras en todo el país. 

En las mismas participaron más de un millón cien mil ciudadanos en calidad de funcionarios de casilla, a lo cual hay que agregar a los representantes de los partidos políticos cuidando los colores correspondientes.

Se recuperaron, para el conteo centralizados en los Consejos Distritales o Municipales prácticamente la totalidad de las actas electorales de las Casillas instaladas.

Y un dato que resulta extraordinariamente alentador: las encuestas de salida, los conteos rápidos, los datos obtenidos por el Programa de Resultados Electorales Preliminares (el conocido como PREP que contabilizó el 99.55% de las actas) y, finalmente, el conteo oficial realizado en los Comités Distritales (para el caso de la elección de Diputados Federales) arrojaron una coincidencia de resultados que han dado lugar a escasas dudas sobre la organización del sistema y su funcionamiento.

Certeza y seguridad. El órgano electoral, con los ciudadanos cuidando su elección, cumplió con su responsabilidad al organizar esta importante jornada electoral.

La participación ciudadana independiente, autónoma, se dejó sentir en alguna parte de los resultados, que para algunos participantes resultaron sorpresivos (y a causado críticas oficiosas contra la classe media).

El punto oscuro del proceso tiene que ver con la inducción del voto; tanto en el sentido tradicional de compra del voto, de acarreo, o como se le dice ahora de manera eufemística, de “movilización” de estructuras electorales por parte de los partidos o candidatos; pero también por una nueva modalidad amplificada según la cual habría inducción del voto presionada por el crimen organizado en regiones localizadas del país. Al final de la contienda se han manifestado algunas denuncias y señalamientos que apuntan en el sentido de asegurar (tanto de un lado como del otro de los dos grandes bloques que se enfrentaron en la elección) haber sido víctimas de la inducción, vía las amenazas, el secuestro de posibles votantes y la presión armada para que los votantes emitirán su sufragio en un sentido o en otro.

Esta sería un una modalidad que empieza a ser visible, necesaria de observar ,y en su caso atender, para que no se convierta en una práctica normalizada y tolerada.

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