La elección del vaso medio lleno

Armando Tiburcio Robles

¿Consiguió Morena, sólo o con los partidos aliados, lo que quería de las pasadas elecciones del 6 de junio?

No.

¿Obtuvieron los partidos de la alianza opositora lo que pretendían de la elección?

Tampoco. 

Cada quien consiguió algo. No hubo todo para nadie, aunque hubo algo para todos; bueno… para casi todos porque los partidos de reciente creación fueron, simplemente, flor de un día: debut y despedida.

En retrospectiva, Morena aspiraba obtener por sí mismo la mayoría absoluta de los diputados del Congreso Federal. Ese fue el objetivo prioritario declarado, complementado con la deseable mayoría calificada para su coalición Juntos Haremos Historia, con el Partido del Trabajo y el Partido Verde. En segundo nivel de importancia estaban las elecciones locales, ya fueran las 15 gubernaturas, los congresos locales o los municipios. 

Meta indiscutible: mayoría absoluta de los diputados, es decir, el 50% más uno, o sean por lo menos 251 diputados federales para sí mismo, lo cual le permitiría seguir controlando de manera permanente la Junta de Coordinación Política. Los aliados se encargarían de sumar lo necesario para adjudicarse la mayoría calificada, es decir, las dos terceras partes del Congreso lo cual es, por lo menos, 334 de los 500 diputados que lo componen. Las modificaciones constitucionales estarían aseguradas, entonces, sin tener que tomar en cuenta al resto de las bancadas, consideradas opositoras o adversarias del proyecto gubernamental conocido como la Cuarta Transformación.

¿Era factible que ello sucediera? En una de las caras del papel, sí. El antecedente inmediato de 2018 donde Morena obtuvo de manera directa 247 escaños con el 37% de los votos permitieron acariciar la meta. Aunque AMLO ya no estaría en las boletas, su alta popularidad y la de su gobierno, su activismo político persistente y la expectativa provocada por la expansión nacional de los populares programas sociales gubernamentales estimuló el entusiasmo para que los morenistas aspirantes a conseguir de nuevo los votos presumieran que en 7 de cada 10 hogares mexicanos estaba presente la 4T. Con esa expectativa, el aluvión electoral parecía incontenible.

En la otra cara del papel, el antecedente histórico decía que en las elecciones intermedias no solamente la participación ciudadana disminuye, sino que tiende a votar en contra del partido o grupo en el poder. En esta ocasión no tendría que ser, necesariamente, de manera diferente. Ese supuesto lo reforzaban todas las encuestas de buen calibre nacional ya que predijeron que Morena no obtendría, por sí mismo, la tan ansiada mayoría absoluta y que, si acaso, la conseguirían con el respaldo de sus aliados. La mayoría calificada estaría fuera de su alcance.




El truco electoral utilizado por Morena para tratar de asegurarse la meta fue el de fortalecer a sus aliados con diputados de mayoría en el Convenio de Coalición de tal manera que, a pesar de que el partido guinda fuera el más votado en los distritos, un porcentaje importante de esos diputados conseguidos fueran adjudicados a las fracciones del PT o del Verde aunque éstos tuviesen muy baja votación. De esa manera Morena no se vería restringido por ley para capturar a su favor un mayor número de diputaciones plurinominales que de otra manera irían a parar a manos de sus adversarios también coaligados en una alianza tripartidaria (PRI, PAN, PRD).

El esquema funcionó pero aún así no fue suficiente. El electorado decidió otra cosa. Los grandes beneficiados del intento fueron los aliados de Morena que con la aportación en conjunto del 8.7% de los votos obtienen la un jugoso 21% de los escaños solo de mayoría relativa. Negocio nada despreciable. 

La mayoría calificada, la de los cambios constitucionales, tendrá que considerar que los votos de otros existen. Veremos cuál estrategia se sigue para conseguirlos.

Es en ese sentido que las oposiciones untan en la cara de Morena su júbilo porque aseguran que lograron detener las pretensiones gubernamentales de consolidar el control hegemónico de la vida política y legislativa del país.

En sentido contrario a lo previsto para los diputados, los resultados para elegir a los 15 gobernadores fueron muy diferentes a las tendencias que las encuestas dejaban ver. Se llegó a perfilar que, en el mejor escenario, Morena obtener 9 pero que la tendencia daba para no más de 7 u 8. Al final terminó adjudicándose 11 de las 15. Estirando un poco la interpretación pueden considerarse 12 si se incluye a su aliado Verde, con quien no participó en ese caso coaligado pero que obtuvo la gubernatura de San Luis Potosí. 

Este resultado es el que le permite a Morena untar en la cara de sus adversarios que es el partido más votado del país; el partido mayoritario de cobertura nacional y que les dieron una tunda electoral en toda la geografía. 

Dime que te digo, y en respuesta a esas afirmaciones la oposición al oficialismo se regodea por los resultados de la Ciudad de México, donde Morena pierde más de la mitad de las alcaldías, agregado a la recuperación especialmente del PAN en lo que se ha dado en llamar el “corredor azul” de la zona conurbada del Estado de México. Anexan en ese conteo los reveses que sufrió Morena en capitales importantes de los Estados, algunos de los cuales ganó Morena la gubernatura pero perdió las capitales.

En términos gráficos, los resultados pintan una vistosa geografía nacional multicolor multipartidista.




En resumen: Morena es el partido más votado en todo el país, pero no está solo en el tablero político. Sus aliados del momento salieron generosamente reforzados mientras que sus contrincantes de enfrente hicieron valer su presencia como contraparte existente, si no es que como germen de un contrapeso actuante. Dependerá de que la alianza electoral que han formado se mantenga cohesionada como alianza legislativa. 

Y así, cada quien obtuvo su vaso medio lleno. Eso explica el pasmo expectante que se generó en las horas y días inmediatamente posteriores a la elección. Una especie de parálisis anímica mientras se justaba la comprensión del mensaje electoral: México somos todos, variados, múltiples, diferentes y convergentes. 

¿Se acusa recibo?

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