Lecciones de la elección

Armando Tiburcio Robles



Entre tantas posibles, algunas breves conclusiones podemos extraer de los resultados electorales del pasado 6 de junio:


Pluralidad en la oferta, voto independiente y alternancia.

Hay buenas noticias en cuanto al acto más básico de la democracia representativa: una parte importante, significativa, de los ciudadanos decidió acudir a votar por voluntad propia, sin inducción o motivación distinta a la de manifestar su muy particular preferencia electoral. Razonada y consciente en muchos casos. Emotiva en otros, tal vez, pero independiente.

En algunas zonas fue evidente, por su nivel de participación, como fueron superadas las tradicionales estructuras o movilizaciones de los partidos políticos (el voto cautivo, el “movilizado”, el acarreado o el voto inducido ya sea por presiones, por apoyos directos y favores o por los programas gubernamentales).

De ese acto, que forma parte de hacer ciudadanía, surgió un primer resultado: a nivel de los gobiernos locales, ya sea estatales o municipales, la gente hizo uso de manera notoria de su facultad para provocar la alternancia entre partidos. En no pocas localidades importantes sacó a los que están para que lleguen otros.

Morena, como oferta electoral, sigue siendo una gran novedad en muchos puntos del territorio nacional donde aún debe pasar por el escrutinio de los hechos. Ha sido el partido más votado en todo el país y por ello, para esta elección, se ha convertido en la plataforma preferida para provocar esa alternancia.

Partidos que gobiernan los estados

Alternancia que también le ha sido aplicada a Morena por el electorado en algunas plazas importantes donde ya se había asentado, como lo es una parte de la Ciudad de México, el llamado Corredor Azul de la zona conurbada del Estado de México, así como algunas capitales estatales de relieve (Hermosillo, Puebla, Cuernavaca, etc.)

Es verdad que las zonas anteriormente conquistadas y ahora perdidas por Morena se caracterizan por ser muy urbanas, con un electorado relativamente más ilustrado e informado que las pequeñas ciudades y comunidades. Es ahí donde se movilizó notoriamente el voto independiente y más razonado. Ello ha dado pie a ese lamentable (y falso) debate sobre la supuesta clase media manipulada, derechizada y egoísta.

Alternancia como resultado de una decisión ciudadana. Visto en su integralidad, más allá de los gustos por preferencias, el fenómeno es alentador porque le da resistencia, a la tan vilipendiada fragilidad democrática mexicana. Ofrece más para congratularnos que para preocuparnos. En México, a nivel local, la democracia está viva, la pluralidad es vigente, la diversidad de opciones está a la mano de los electores y están haciendo uso de ella.

Lo que aquí hay es un país muy diverso y plural

Las reacciones y argumentos que han surgido desde Morena y su entorno para explicar los resultados negativos que le aplicó el electorado particularmente en la CDMX son simplemente patéticos e inútiles para efectos prácticos. 

Si Morena quiere recuperar los espacios perdidos bien podría empezar por analizar las cosas con seriedad responsable. Con actitud autocrítica, si es necesario.

Después de gobernar durante muchos años a la capital del país y estarlo haciendo justo ahora, no sirve de nada, porque es un vergonzoso insulto, descalificar y responsabilizar al votante que ha sido considerado durante décadas, por la propia izquierda, como el más progresista, precisamente por ser el mejor informado. 

No estaría de más que, de paso, revisen el peso relativo que en el resultado pudieron tener los candidatos presentados, así como la forma en que fueron elegidos. 


Representación legislativa de minorías múltiples.

El resultado electoral arroja una palmaria decisión mayoritaria por mantener la composición del Congreso Federal en condiciones de representación legislativa de minorías múltiples. Nuevamente, Morena habrá de ser la minoría mayor aunque ahora se amplían los rangos de los desequilibrios entre fracciones parlamentaria, lo cual obligaría a buscar los nuevos equilibrios y a construir las mayorías que den gobernabilidad mediante el reconocimiento de la existencia mutua y del ejercicio de la política. Esperemos.

La sobrerrepresentación del 8% en curules que la ley otorga al partido mayoritario será insuficiente para que en esta ocasión Morena obtenga la mayoría absoluta. Eso lo obliga a tratar de conservarla en acuerdo con sus aliados PT y Verde, a pesar de haber utilizado el truco de la transferencia de diputados de mayoría en el marco del acuerdo de coalición. 

La mayoría calificada, para cambios constitucionales, la tendrá que obtener de alguno o algunos de los partidos adversarios o contendientes del frente opositor. Lo que en principio se ha insinuado es que eso sería atrayendo legisladores en lo individual, principalmente del PRI, y no como un acuerdo legislativo entre fracciones parlamentarias. Una distorsión de lo que debiera ser el juego democrático parlamentario entre opciones políticas apoyadas parcialmente por sus electores definidos, y ante los cuales deberían rendir cuentas de los acuerdos que se establezcan en el ejercicio legislativo.

Para efectos prácticos morena obtuvo porcentaje y monto de votos menores a los esperados; muy por debajo de lo que necesitaba para alcanzar sus metas. Representa, en virtud del porcentaje de votos acreditados a su cuenta, solamente a un tercio del electorado y el resto está repartido entre sus aliados y sus opositores, que en conjunto suman un porcentaje superior al de su coalición.


Visto en conjunto y desde la perspectiva de Morena este resultado para conformar la próxima Legislatura Federal debe considerarse como un fracaso frente a los objetivos que se había propuesto. Decir otra cosa, con cualquier tipo de justificante o culpabilización de terceros, es simplemente enmascarar una realidad que debe ser revisada y atendida de manera responsable.




Un nuevo tipo de voto inducido.

Se ha empezado a hablar en voz alta de este nuevo fenómeno delicado: la intromisión del crimen organizado en los procesos electorales, impulsando candidatos a modo y presionando a los electores en los poblados y regiones en donde ejercen influencia. 

Difícil de comprobar y más complicado de procesar, pero los indicios que se han dado a conocer, por ejemplo, por el gobernador de Michoacán donde presuntamente habría municipios, distritos o casillas cuya participación sería del 100% del padrón y con resultado unánime (“zapato”, a la vieja usanza del PRI) en favor de candidatos promovidos por algún grupo delictuoso. 

Hay quien ha querido ver en el sorprendente triunfo de Morena en todo el corredor del Pacífico Norte del país, el contubernio del partido oficial con el Cártel de Sinaloa. 

El tema es en extremo complejo y delicado. Pero, evidentemente, al aparecer y empezar a sonar fuerte introduce un elemento de distorsión, tanto en la percepción que se tiene sobre la transparencia y autonomía del proceso electoral como, eventualmente, en los resultados del mismo y sus efectos que pudieran tener en los ejercicios de gobierno que se le deriven. Nada ante lo que se deban cerrar los ojos.


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