Sacerdote de su propia iglesia
Le atiza al fuego con singular vehemencia.
Quiere poner al mundo a su imagen y semejanza.
Todos tras de su ser, los obliga, con letanía amarga:
"Padre Nuestro, concédeme la simplicidad prístina de la venganza,
con desprecio helado para quien lo merezca.
Que el ardor de tu látigo disuelva a mis enemigos.
No saben que lo son, pero por existir quieren destruirme"
Que la magia los desaparezca.
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