Entre fatalistas y optimistas, la crudeza de la alcaldesa


Los hechos violentos que se desencadenaron recientemente en varias regiones del país -Guanajuato, Jalisco, Chihuahua, Baja California- mismos que causaron pánico local, espanto nacional y atrajeron la atención internacional, han dado origen a una polémica ácida no solamente en torno a la identificación de sus causas sino también sobre sus posibles consecuencias. 

Los hechos suceden en un momento en el cual el rumbo, el futuro y las funciones de los cuerpos de seguridad nacional están siendo controvertidas en el marco institucional y legal.

Los acontecimientos son públicos y documentados: se desató la violencia intencionalmente provocada, coordinada y ostensible, con el fin de hacerla evidente a la vista de todos.

Las interpretaciones y los intentos de explicar los hecho son muy variados y contradictorios:

FATALISTAS
Por un lado extremo, están quienes observan que “todo el país” está incendiado. Que es el fracaso evidente de la estrategia oficial de seguridad de los “Abrazos No Balazos”. Según esta opinión, el Crimen Organizado se ha hecho del control de los puntos medulares del territorio nacional, su violencia impera en complicidad con grupos de poder económico y con el gobierno, y estamos entonces frente a la evidencia de un Estado Fallido. Un Narco Estado.

CONSPIRACIONISTAS
Cercanos de esta opinión, están los conspiracionistas, según los cuales la violencia está siendo provocada intencionalmente por el gobierno para justificar e imponer, por la vía de los hechos, su deseo de militarizar al país, mediante el inconstitucional paso de la Guardia Nacional hacia el mando del Ejército. El gobierno provoca la violencia, afirman estas versiones, ya sea en sociedad con el Crimen Organizado o por cuenta propia con militares disfrazados de criminales. El objetivo sería instaurar un Estado del Miedo para que este gobierno se mantenga en el poder con el respaldo de los militares, de las bandas criminales y de los grupos de poder económico beneficiados por el régimen.

Cada vez más se extiende, entre analistas y observadores, esta interpretación que supone la proliferación del caos hacia adentro, el escalamiento de conflictos en el orden internacional (para soportar el llamado a defender la soberanía), la anulación de la vida democrática y la eventual cancelación de las próximas elecciones presidenciales programadas para 2024.

Estudios recientes como el informe de Estados Unidos titulado “México: crimen organizado y organizaciones de tráfico de drogas” le dan soporte analítico a esta interpretación de los hechos. Según ese informe, la estrategia militarizada del actual gobierno no solamente no ha debilitado a los cárteles, sino que, por el contrario, se encuentran más arraigados que nunca.

JUSTIFICANTES
En el otro extremo de la escala, están los justificantes. Los propagandistas del régimen, para quienes la violencia extrema de estos días es la manifestación del contubernio inconfesable de la derecha y los conservadores con el crimen organizado con el único fin de afectar y desestabilizar al gobierno.

Según quien lo diga, los criminales serían socios del gobierno o de sus opositores.

OPTIMISTAS
Una variante peculiar y contradictoria de este extremo justificante ve en los hechos violentos nada más que “patadas de ahogado” de un crimen que ya está desorganizado, diezmado, seriamente disminuido por la certera estrategia oficial contra los cárteles, a punto de extinguirlos. Algo así como los dolores inevitables del parto hacia la paz definitiva.

VERSIÓN OFICIAL
Más prudente, pero en el mismo sentido, la versión oficial afirma que la violencia ha sido causada por actores criminales, sí, pero no como acciones de terroristas incontrolables que muestra su poderío, sino que son actos de propaganda de organizaciones mafiosas que reaccionan al verse fuertemente afectadas por las atinadas acciones de los cuerpos de seguridad del Estado. La estrategia nacional de seguridad estaría dando resultados, mediante el decomiso de drogas, de otros objetos de tráfico ilegal y de la detención de algunos de sus cabecillas, minando la base económica y estratégica de los grupos criminales. Se acepta que no es un hecho consumado. El resto de la tarea está por realizarse.

LA CRUDEZA DE LA ALCALDESA
Y en medio de todo, están las declaraciones de la alcaldesa de Tijuana que desmienten a cualquiera: la ciudadana gobernante le advierte al segmento extorsionado de la sociedad tijuanense que cumpla sus compromisos con los criminales, que paguen las “facturas”, porque su gobierno no va a permitir que por la irresponsabilidad de quienes no pagan, se vean afectadas personas inocentes. 

A la vez, la alcaldesa solicita, atentamente, a los señores criminales organizados que hagan su trabajo con pulcritud: que cuando vayan a cobrar, a la mala, cuentas pendientes, lo realicen con atención personalizada al cliente, sin afectar a terceros, sin daños colaterales.

En el colmo del absurdo, el equipo de la alcaldesa se ha mostrado eufórico de felicidad por el gran salto a la fama que ha tenido la gobernante, dada la proyección nacional e internacional que han merecido sus declaraciones, en los medios y en las redes sociales. ¿Ya la verán como próxima gobernadora? ¿O, tal vez, en algún cargo estatal o nacional de primer nivel?

Preciosa estampa del surrealismo.



(en video)



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