Rescatar de la utopía al Estado Social, Democrático y de Derecho

La izquierda mexicana en sus diferentes vertientes, después de una larga experiencia de luchas y de confrontación con la realidad durante prácticamente todo el siglo XX, comprendió que el objetivo de alcanzar el socialismo en México, en esta etapa histórica, y la posibilidad de hacerlo por la vía revolucionaria, esto es mediante la violencia armada, se había convertido en una meta sin posibilidades de conclusión práctica, esto es, en una utopía.

Fue entonces que procedió a abrazar el camino electoral, conquistar tribunas y espacios políticos en el marco del capitalismo, para poder influir ampliamente en la vida pública, en la vida social y tratar de desarrollar su agenda para avanzar en sus objetivos y causas.

La formulación mejor lograda para sintetizar a estas últimas ha sido con una frase-objetivo que las engloba: conquistar para México el Estado social, democrático y de derecho.

Un Estado social, democrático y de derecho es perfectamente posible y viable en el marco de la sociedad capitalista: 

Uno: mejores condiciones de vida para la población que reduzcan la pobreza y cierren las brechas de desigualdad. Salud, educación, trabajo, salario digno, vivienda, seguridad… Bienestar.

Dos: Democracia electoral. Decisión libre para votar y ser votados, vía legítima de acceso a cargos públicos y de gobierno. Respeto y aplicación de las decisiones de las mayorías. Reconocimiento y respeto a la existencia de las minorías. División de poderes efectiva.

A la vez que se implementan métodos prácticos y realistas de participación y toma de decisiones directas de los miembros de la sociedad en diferentes ámbitos de su vida pública. Comités ciudadanos, de vecinos, de obras, etc. 

Tres: Ejercicio pleno de los Derechos individuales y colectivos reconocidos por la Constitución y sus leyes. Respetados, ejercidos y cumplidos por todos y para todos, sin excepciones ni privilegios. Es decir, piso parejo en la aplicación de un Estado de derecho entendido como el pacto convenido para la convivencia social. La ley es igual para todos. Todos iguales ante la ley.

Estos tres elementos que parecen simples y lógicos, básicos, deseables, no se cumplen a plenitud en la realidad nacional. No hasta ahora. De ser perfectamente viables en el mundo real de una sociedad avanzada, se han convertido en una nueva utopía.

 

La izquierda democrática mexicana, hoy, tiene frente a si la tarea de rescatar de la utopía al Estado social, democrático y de derecho para convertirlo en realidad. Causa que mantiene vigencia, sirve de guía para actuar y es elemento de identidad política, ideológica y cultural. Es su razón de ser. 

Identidad de izquierda que, en una espiral continua de extravío, está totalmente desdibujada en la práctica electoral pragmática, cuyo único objetivo es alcanzar los espacios de poder, por quien sea, para hacer lo que sea. 

Identidad de izquierda que se complementa y fortalece con las llamadas causas de nueva generación: los derechos de género, ampliación de los derechos humanos, el derecho al aborto libre y gratuito, el respeto a la libre preferencia y la diversidad sexual, la legalización de las drogas y de la prostitución, el cuidado y la protección prioritaria del medio ambiente, la transición energética, las nuevas tecnologías y la globalización de las ideas, la diversidad cultural, étnica y racial en un mundo global que aspira a convivir en paz.

Estas últimas, sin ser condicionantes, concluyentes o definitivas, deben formar parte obligada de la agenda de los debates de una izquierda creíble, moderna, con rasgos definidos para este inicio de milenio. 

En resumen: la izquierda mexicana se define hoy en la causa histórica, pendiente por recuperar, del Estado social, democrático y de derecho, aunada a causas específicas nuevas (o asumidas con renovada visión) producto del cambio de época. 

Todas en su conjunto constituyen la hoja de ruta para dar vuelta a la izquierda.