Relevo adelantado, crisis por venir.

Las transiciones del poder presidencial en México, modelo de un sistema  centralizado, han sido, regularmente, un problema serio. Tienden al conflicto. Lo fueron para el PRI en su larga trayectoria de poder, pero también para el PAN en la más reciente etapa de la alternancia presidencial entre partidos. Está suficientemente documentado.

Estamos al cuarto para la hora de un nuevo relevo de ese tipo. ¿Por qué tendría que ser distinto en esta ocasión?. No hay razón aparente. 

Por el contrario, el regreso al ejercicio de una presidencia centralizada, fuerte y prácticamente unipersonal permite suponer que la sustitución del líder máximo e incuestionable no será cosa sencilla, no solamente en el sentido de que "llenar sus zapatos" es improbable sino en la dificultad para elegir al relevo dentro del equipo gobernante (Morena en este caso), mantener la paz interna y asegurar una especie de "continuidad en el cambio" sin que se manifieste como subordinación a un nuevo intento de maximato.

Se dice que ahora si existen diferencias con el pasado porque se sueltan las amarras de la decisión presidencial influyendo en su propio relevo. Precampañas anticipadas y encuestas como criterio de selección (que están por verse) no son suficientemente convincentes. Más o menos siempre hubo movimientos previos, pasarelas, acuerpamientos y pronunciamientos en torno a precandidatos. Al final... la decisión suprema llegaba vestida con los ropajes de "los sectores", el partido y el pueblo.

En algunos casos, crisis de por medio. Políticas o económicas. 

La polarización social que se ha estimulado desde el poder en esta ocasión, los ejercicios legítima y legalmente competitivos anteriores, las aspiraciones estimulados con mucha anticipación que han ido obligando a los actores e interesados políticos para que se definan en torno a un aspirante u otro y la progresiva tensión causada por la percepción de que hay una contienda real que se decide "abajo" pueden ser caldo de cultivo para una conmoción política de proporciones inesperadas.

Por lo demás, faltaría ver qué es lo que pone en juego la oposición.