No hubo “corcholatas”


“Como yo sostuve desde el principio, yo apoyo a Claudia Sheinbaum”. (AMLO en su conferencia mañanera del jueves 7 de septiembre, 2023).

En efecto, el presidente López Obrador siempre dejo en claro que Claudia era su candidata para sucederlo. Sin decirlo textual o literalmente, mando todas las señales necesarias con sobrada anticipación. Especialmente a partir de que soltó el juego de la sucesión presidencial, una vez transcurridas las elecciones federales intermedias del 2021. 


Siempre le levanto la mano, la señaló y mostró con énfasis como la ungida, la mencionó reiteradamente y la tuvo a un lado en eventos y momentos nada convencionales.  A partir de ello se instaló en el imaginario público la percepción de que era su preferida. Tuvo el efecto de la transmisión de la herencia que a la gente no se le escapó. 


A los ojos públicos, el complemento para afianzar esa percepción lo pusieron los medios de comunicación, los críticos del gobierno y hasta los políticos opositores quienes repitieron hasta el cansancio que ella era su designación insinuada. 


Entonces, si siempre estuvo a la vista quien era la designada por el dedo supremo nunca hubo “tapado” o “tapada”. Por lo tanto no había “corcholata” a la cual destapar. El concepto fue mal utilizado y desvirtuado como parte de los distractores que abonaron a la confusión frente a lo evidente.


En tiempos del priismo hegemónico se utilizó porque el presidente en turno guardaba en absoluto sigilo su designación hasta el momento final en que consideraba prudente realizar el “destape” de quien sería su sucesor lo cual, por cierto, fuera de toda posibilidad de pluralidad democrática, estaba asegurado.


Ahora, si acaso, sólo existió la incertidumbre del “tapado” hasta aquel día de la señal contundente del dedo presidencial sobre Claudia, en septiembre de 2021, cuando debió quedar claro, para el buen observador, que el destape se había realizado.


Lo que vino después, la contienda interna entre seis aspirantes, fue simplemente  el distractor mayor; el sofisticado procedimiento de “pluralidad” y “consulta popular” ¡mediante encuestas! para dar legitimidad a una decisión tomada. 


Quien se llamó a engaño fue porque quiso. Aspirantes incluidos. O simplemente le dieron seguimiento y acompañamiento al entretenido juego de hacer apuestas a sabiendas de que los dados estaban cargados. Pura ociosidad. 

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