El ying-yang de la economía china y sus límites

El paradigma político del pensamiento occidental de la modernidad se tambalea, si no es que está en franca crisis.

La alternancia entre liberalismo y socialismo como objetivos ideales polarizados en el pensamiento moderno se ha desgastado a lo largo del tiempo. Al sucederse, en conflicto, uno tras el otro, llegan a su respectivo momento de crisis y es entonces que el contrario tiende a repuntar.

Las libertades del mercado individual del siglo XiX se agotaron y dieron paso a la crisis económica, política y moral de principios del siglo XX que derivó en los nacionalismos y los populismos de las dos guerras mundiales.

Etapa de sangre, muerte y destrucción de recursos que fue sustituida por el estatismo, tanto de los “Estados de bienestar” capitalistas como por los estatismos extremos socialistas. Ambas economías de Estado a su manera.

La larga tensión entre el liberalismo capitalista de nueva estampa (neoliberalismo) y el colectivismo socialista terminó haciéndo añicos al paradigma de “los equilibrios” a finales del siglo XX, dando pie a una nueva etapa de populismos nacionalistas, pero ahora en épocas donde a cambiado la condición material, productiva, comercial, tecnológica y las posibilidades de la interrelación entre los seres humanos.

Quien parece estar librando de mejor manera esa desgastada condición contradictoria es China que logra incorporar en sus procedimientos económicos y políticos la combinación relativamente equilibrada de ambas vertientes: un centralismo político monolítico y hegemónico unipartidista con un ejercicio de Estado fuerte que regula, conduce y equiibra una economía no colectivista sino una economía mixta que incluye al privado capitalista de mercado.

La economía china pasó por una etapa de acumulación de capitales y hoy está en una franca expansión interna e internacional vía el instrumento básico del comercio mediante la vieja máxima romana de hacer caminos para dominar el mundo:  vías terrestres pero sobre todo marítimas, puertos mercantes en buenas partes del mundo y encontrando las formas de atraer insumos y productos que necesita para desarrollarse, ya sean materias primas, algún tipo de transformados e incluso tecnología, a la vez que se enlaza con las cadenas de suministros internacionales distribuyendo, exportando, vendiendo por todo el mundo sus capacidades industriales y manufactureras, aunque también ahora tecnológicas. 

Todo ello es posible debido la aplicación de la cultura del yin-yang, la incorporación de la contradicción dialéctica, superando la visión occidental de la confrontación insalvable y destructiva entre mercado y Estado. 

China funciona con un aparato de Estado fuerte que regula y moldea las prioridades y el rumbo de la economía pero que a la vez permite el desarrollo de las fuerzas productivas individuales, privadas, teniendo como límite los parámetros, límites y objetivos impuestos desde el gobierno. Controles que  veces se hacen valer de manera imperativa.

Este esquema de funcionamiento parece tener como punto límite las capacidades de innovación e inventiva individuales que se ven coartadas por el sistema.

Aquí hay un punto de controversia: los chinos han sido capaces de adaptar y desarrollar -llevando altos niveles de eficiencia- lo inventado y lo hecho por otros, pero en el campo de la innovación y de la generación de nuevo conocimiento se encuentran limitados con relación a lo que sucede en el occidente liberal. Parece no ser un tema de educación o de preparación técnica sino de manifestación de las libertades individuales.

El hecho es que la oscilación de confrontación contradictoria entre individualismo y estatismo, entre mercado y estado, ha agotado a occidente mientras que crece, se despliega y desafía comercial y económicamente la perspectiva del autodenominado socialismo chino, (socialismo de mercado o capitalismo  de Estado, como se le quiera llamar).

Esto pone a discusión y en entredicho un principio hasta ahora inamovible del pensamiento occidental: la democracia política es un requisito indispensable para el desarrollo económico. 

En la visión china más radical las disputas políticas desgastan, hacen perder tiempo y desperdician recursos que deben utilizarse para el crecimiento económico.

Sin embargo, desde la perspectiva occidental liberal, para innovar debe existir la condición de libertad individual plena para el despliegue del pensamiento crìtico y creativo. Innovar supone criticar lo existente y superarlo. En ese sentido el pensamiento científico es profundamente crítico y destructivo-creativo. 

¿Podrá China desmentir y superar ese otro paradigma? ¿O es ese su propio límite para seguir desplegándose bajo las actuales condiciones políticas?

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