Reacción en cadena
En julio de 1990 una
estampida repentina de musulmanes que llegaban a su centro ceremonial, La Meca,
provocó la muerte de 1402 peregrinos. En septiembre de 2015 la historia se
repitió con más de 700 muertos y 800 heridos. Son dramáticas medidas del miedo
cuando su efecto se expande como una ola aparentemente sin motivo. Se mataron
unos a otros y nunca se supo de motivo que lo justificara.
Pero el miedo, el
pánico y el terror -histeria colectiva- también se pueden quedar suspendidos en
el ambiente y transportarse en el tiempo y en el espacio. Lo que fue dañino ayer en otro lado puede ser la
amenaza de hoy aquí y eso da vértigo. Es lo que también buscan y provocan los atentados
masivos; por eso se les llama terroristas: que vivamos cautivos del miedo;
sobrecogidos, arrinconados y hasta autolimitados en derechos y libertades. El
camionazo de Niza hace unas semanas sucedió justo cuando el gobierno francés se
disponía a levantar el estado de excepción vigente desde noviembre pasado y lo
prolongó por tres meses. El estado de excepción permite detenciones e
interrogatorios sin mandato judicial, así como entradas en domicilios,
confiscación y análisis de sistemas de comunicación u ocupación forzosa de
domicilio. El tamaño del miedo se abraza con las instituciones.
Apenas este martes
un puñado de muchachas alemanas, de entre 20 y 25 años, que vacacionan en la
Costa Brava catalana fueron el instrumento involuntario de esa onda expansiva:
corrieron en plan de juego sobre las atestadas calles de Platja d´Aro para filmar
con sus teléfonos celulares un "Flashmob" (movilización espontánea) y
su acción se supuso un atentado, con la reacción correspondiente de pánico para
guarecerse. Once heridos, cinco detenidos y destrozos en restaurantes e
instalaciones fue la cuota del terror sembrado en otras latitudes.
El ex primer
ministro británico Tony Blair pidió
perdón por el papel que desempeñó junto con el expresidente estadounidense
George W. Bush en la invasión de Irak, admitiendo que esta guerra
contribuyó a la aparición del grupo terrorista que identificamos como Estado
Islámico. O sea que por ahí viene la cosa. Una extensa investigación conocida
como el Informe Chilcot concluyó que la invasión fue injustificada y efectuada
antes de agotar todas las opciones pacíficas. Los enterados aseguran que cuando
esos gobernantes preparaban el ataque lo que veían en el mapa no eran
fortificaciones enemigas con armas nucleares, tanques, soldaditos y aviones
sino la ubicación de los pozos petroleros que serían ocupados y privatizados,
así como las destrucciones a causar para luego contratarse la reconstrucción.
WikiLeaks difundió miles de documentos que muestran que aquello fue una masacre
de civiles acompañada del uso sistemático de torturas. Un desastre que el
filósofo y politólogo norteamericano Noam Chomsky ha calificado como “el peor crimen de este siglo” (y eso que apenas empieza).
¿Dónde, entonces,
están los verdaderos responsables de los miedos colectivos y las histerias en
occidente? Los padres del terror ni siquiera reparten con sus coterráneos. El
precio del petróleo se fue a las nubes y luego sube y baja a gusto de los
acaparadores. A nosotros no nos ha llegado el pánico de los atentados pero Pemex tiene pérdidas netas un año y el otro
también: este 2016 enfrenta un recorte presupuestal de 100 mil millones de
pesos que afectará especialmente a los proyectos de exploración y producción.
Nada menos. Por eso nos siguen aumentando el precio del combustible y la
energía. ¿No es para tener miedo?
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