Pedro Joaquín, precandidato silencioso
A
más tardar el año próximo podrían estar bajando los precios públicos de las
gasolinas. Nos es promesa (aún) de alguien, pero es una apuesta viable. Será
una decisión
política por el año electoral, desde luego, pero hay algo más que eso. Por
lo pronto están estables, después del subidón.
Desde
la presentación de la iniciativa para la Reforma Energética en 2013 se dijo que el proyecto era
una farsa por la persistencia de los “gasolinazos”. Apenas en marzo pasado
el Director de Pemex afirmaba que no había sido posible bajar los precios de
las gasolinas porque los efectos de la Reforma Energética estaban aún por
verse. Todavía no se procesaban al detalle las inversiones privadas después de
la primera ronda de licitaciones.
Las
cosas empezaron a cambiar en estos días. Se ha dado a conocer como un gran éxito
de dicha Reforma el descubrimiento de uno de los más
grandes yacimientos de crudo en aguas someras de los mares del golfo, ¡equivalente
a unos dos mil millones de barriles!, por parte del primer
consorcio privado licitante, en el cual hay intereses económicos
norteamericanos y nacionales. Un resultado de exploración “muy por encima de lo
esperado”.
Pero
no es lo único. La apuesta al incremento de la producción de gas natural en el
futuro inmediato; el espaldarazo del nuevo gobierno norteamericano como “socio
crucial” para elaborar una estrategia común de energía, el éxito participativo
en la segunda ronda de licitaciones y la resurgida expectativa de grandes
empresas nacionales y extranjeras para invertir en la industria energética mexicana,
también forman parte de un entramado muy complejo pero identificable que va
tomando forma rumbo al relanzamiento de la industria petrolera mexicana, pero
ahora en manos de grandes capitales particulares.
El
sueño de la privatización de los neoliberales se está cumpliendo. Cabe decir
que esto es solo la primera parte más visible de un largo proceso y que los
beneficios palpables para los inversionistas se estarán presentando en los años
próximos inmediatos. Dicho de otra manera, en el sexenio que viene. Y es aquí
donde entra en juego la política. Tendrán los ojos puestos (y no solo los ojos)
en tratar de asegurarse que se les garantice, por parte del gobierno, la satisfacción
cumplida de sus planes. De preferencia con alguien que sepa del tema, que lo
conozca y, si se puede, que haya formado parte de él. Perfectamente lógico
(legítimo o moral es otra cosa) en el juego de intereses.
Los
ejecutores de esta estrategia han sido la Comisión Nacional de Energía y la
propia administración de Pemex, desde luego, pero la articulación de la misma ha
estado a cargo de la Secretaría de Energía al mando de Pedro Joaquín Coldwell.
Formar
parte del gabinete hace a todo Secretario de Estado presidenciable por ese sólo
hecho. Conducir alguno de los ejes que dan soporte económico o político al
gobierno fortalece sus condiciones. Estamos, pues, frente a una de esas
posibilidades en la cual la propia dinámica va escalando en las probabilidades.
Desde
luego que habrán de influir otros factores previos para la competencia, como
puede ser la forma en que se vaya a enfrentar el desafío que ofrece AMLO,
principal detractor político de la Reforma Energética. Aun así, o tal vez por
eso mismo, no se descarte.
¿Recuerdan
en donde estaba Pedro Joaquín Coldwell en las elecciones presidenciales
pasadas? Exactamente. Era el Presidente Nacional del PRI, coordinando la
campaña de Enrique Peña Nieto.
Si
todo eso se enlaza, se puede ver una constante caracterizada por la discreta eficacia
política y de gobierno de quien ha hecho la tarea.
Mera
estadística, un poco de ajedrez e interacción de intereses. Veremos si la
revolución institucionalizada le hace justicia.
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