Balas de plata

¿Cual será el orden que le otorga un poco de certidumbre al caos para mantenerse en equilibrio? ¿El de las leyes? No parece ¿El de las reglas socialmente correctas? Menos. Tampoco ese. 
Es el orden de lo que sucede. Simplemente. Como viene.
La vida real transcurre por su propia brecha. Y tan impredecible es que un policía puede ser literato, paciente del psicólogo y mostrar en público su capacidad de amar, en privado la de llorar y, a la vez, jugar a las vencidas con el destino. Destino que se le presenta con cara de poder político y de narco. La tarjeta de identidad puede ser una bala de plata.
Porque aquí, plomo o plata no es opción. Es desafío. Ambos matan. Desafío en el que los asesinos jalan el gatillo por maldad, pero algunos por otra causa: sentimentalismo. Sanas pasiones que inducen al suicidio. 
Nada sutil es la presencia del narco, de la corrupción y de los borrosos límites de la legalidad, cosas que no sólo son parte del panorama: son el paisaje mismo. "En este país toda la policía es de Narcóticos".
Se refiere a México, desde luego. La historia se desarrolla en la inquieta Sinaloa.
Para resolver el caso hay que seguirse de frente. Seguir la intuición. El me late. "Ningún experto sigue las evidencias. En este oficio la verdad siempre está en donde no debe". Policías en conflicto.
Recomendación que también debiera servir de antídoto frente a la posibilidad de enamorarse de la persona equivocada. Seguido sucede... hasta a los policías.
Una novela para engancharse, jugar a descubrir el desenlace y divertirse. Las balas de plata, si pasan a un lado o pegan en otras cabezas, no sólo sacan sustos, también sonrisas.

(Balas de plata, Élmer Mendoza, Tusquets Editores, México, 2008)

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sobre el dinosaurio camaleón

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

No hubo “corcholatas”