en vela

Nadie puede vencer en las vencidas al insomnio cuando llega con su cauda de recuerdos majestuosos. La manera más insidiosa se arrebatarle la vida al sueño. ¿Puede haber otra? Una fiera mansa y desconsolada sin dueño. Como ese par de montañas mañosas que jugaban inocentes a ser escudo del sol sin que nadie se lo pidiera. El sol no necesita protección ajena; quien pretende cuidarse de él recurre a otro tipo de potestades. Verdadero venero de ojos sin parpadeo. Nadie puede vencerlo. El insomnio. Menos será si los recuerdos majestuosos se encuerdan con la tormenta mental de imaginar lo inimaginable: la entrega atroz de las convulsiones de su cuerpo reseco a los vaivenes de la resaca. La cruda de otras borracheras. De las nuevas. Necesidad de las adicciones. La peor manera de ser bella. Resequedad que busca desesperada la lluvia en medio del semi desierto. Granizo que nunca llega. Pomos llenos de buena crema que desesperan. Tormenta que se ha quedado lejos de su alcance para el regocijo de la desesperanza mañanera. La próxima. Lástima de las traiciones nocturnas. Más callejeras que el regocijo. Estúpidos impulsos alejados de los controles. Se hacen tradiciones diurnas a los ojos menos comparables. Error de juntura. Equivocación de maldades. Destrozado todo a punta de esquivar los puentes que unían los puntos de llegada con el vacío. No había más porvenir que la felicidad en medio de la negrura. ¿Puede haber otra? La propia guerra. Recuerdo majestuoso reducido a un frasco de frescura amarga. Gárgaras de sufrido placer que orillan a no pensar en el siguiente trago del más dulce veneno cotidiano. El más placentero, ese que el destino malicioso diera. Nunca más podrá ser la iluminación lo que de sí misma quiera. Nadie puede vencer en las vencidas al silencio final, a la soledad y al insomnio. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

Sobre el dinosaurio camaleón

No hubo “corcholatas”