Se encargaron de cerrar y de enterrar el ciclo ascendente del partido y de la izquierda. Por eso no pueden hacer un balance de lo sucedido, por eso no pueden dar la cara: evidente que las cuentas a entregar les son adversas. Se engolosinaron de soberbia. Creyeron que tenían comprada a la ciudad y desecharon acuerdos respetables, pactos de cúpula, menospreciaron a sus iguales (¿ya nadie los igualaba?) y desdeñaron escuchar a la gente que los seguía. No tomaron el pulso de la confusión social y del desgano. No quisieron ver que el adversario podría ser más fuerte habiendo recuperado el gobierno federal y por lo tanto la unidad se imponía más que nunca. Pero no una unidad subordinada a sus caprichos (y ni siquiera esa pretendieron). Soberbia sobre soberbia, terminaron entregándose de la peor manera: esa que se desnuda en lo oscurito para salvar el pellejo, caiga quien caiga en la milpa de sus compadres. Serán, ingenuos, sus seguidores sinceros, sus creyentes confesos, sus subordinados,...