Dicha ley adquiere una connotación distinta a la conocida práctica antigua en España, por ejemplo, según la cual se ejecutaba legalmente a los disidentes a punta de garrotazos, con las exclamaciones de júbilo de los espectadores. Aquí la ley garrote es la utilización más privada de una herramienta específica, el martillo, en actividades atípicas a sus fines primarios. Evadiendo la aplicación de la ley, un investigador del crimen nos cuenta su historia. Dice la presentación del libro: “En México DF, un investigador sui géneris anda tras la pista de una joven secuestrada, arriesgando su integridad física y su salud mental”. ¿Investigador sui géneris? Hay que decir, sin adornos y sin exageración, que Gil Baleares es un hijo de puta y perro. Literalmente. ¿Salud mental? Entonces hay que reconocer que la normalidad psicológica de nuestra sociedad padece de algunos problemitas. Así, el otro Baleares, el viejo con su alzheimer, solo se da sus pequeñas escapadas a la sublimación del olvid...